El papa Benedicto XVI declaró ayer que el papel de la Iglesia es abrir las fronteras entre los pueblos y  derribar las barreras entre las clases y las razas, en la misa de ordenación de  21 nuevos sacerdotes en la basílica de San Pedro.

“La Iglesia debe ser más de lo que ya es: abrir las fronteras entre los  pueblos y derribar las fronteras entre las clases y las razas”, declaró el Papa  en su homilía. 
 
La Iglesia se dice “católica”, término griego que significa universal.  Desde los diversos cismas que han dividido el mundo cristiano, el término  “católico” denomina hoy a los que se someten a la autoridad del Papa, obispo de  Roma. 
 
La ordenación de 21 nuevos sacerdotes romanos –11 italianos y otros originarios de otros países europeos, de África y América Latina–, celebrada  el día de la Pentecostés, es la primera de Benedicto XVI, convertido en Papa el  19 de abril. 
 
Estas ordenaciones, que debían llevarse a cabo antes, fueron retardadas por la enfermedad y la muerte de Juan Pablo II el 2 de abril. 
 
Afectado por problemas de alergia ahora que el aire romano está invadido de  polen, Benedicto XVI fue interrumpido en varias ocasiones por la tos mientras  leía su homilía.
 
 
   El Papa volvió a abordar el tema de la libertad humana, que es “siempre una  libertad compartida, un conjunto de libertades”.
 
 
  El jueves, al recibir al cuerpo diplomático, Benedicto XVI subrayó su apego  al diálogo entre las culturas y pidió para la Iglesia “las condiciones  legítimas de libertad y de acción para llevar a cabo su misión”.
Sudamericanos

De los 21 nuevos sacerdotes, cinco provienen de países sudamericanos.
 
 
Ellos son los bolivianos José Wilton Arias Fernández, de 30 años, y Franz Humberto Rocha Vilca, de 31; el uruguayo Adrián Beloqui Gil, de 32 años; el costarricense Gerardo Alfredo Rodríguez, de 32 años, y el peruano Jorge Richard Olivares Infazón, de 34 años.
 
Estas son las primeras ordenaciones sacerdotes de Benedicto XVI, quien les pidió que hagan de la Eucaristía el centro de cada día, que la celebren con dignidad y que lleven a los hombres “de nuevo” al misterio eucarístico.