El Congreso de EE.UU., polarizado sobre cómo combatir la inmigración ilegal, tiene en sus manos un plan para la mayor reforma migratoria en más de 40 años, que contrasta con las restricciones promulgadas esta semana.

El debate sobre la presencia y futuro de los entre 8 y 11 millones de inmigrantes indocumentados enfrenta a grupos conservadores, que ven en cada uno de ellos a un potencial enemigo y piden su expulsión, con aquellos que enarbolan la causa de los inmigrantes “sin papeles”.

Las restricciones promovidas por el legislador republicano James Sensenbrenner y hechas ley esta semana tienen como eje el fortalecimiento de la seguridad interna, mientras que la propuesta legislativa del senador republicano John McCain y del demócrata Edward Kennedy enfatiza posibles soluciones a la inmigración ilegal.

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Ambas se enmarcan en la obsesión que tiene Washington desde los atentados del 2001: frenar el paso de “indeseables” y a la vez alentar el libre flujo de bienes y personas con fines legítimos.

El plan de reforma migratoria presentado el jueves –que prácticamente neutralizaría las restricciones ya aprobadas– promete uno de los más arduos debates sobre inmigración en más de cuatro décadas. La medida prevé un nuevo plan de trabajo para unos 400.000 extranjeros.