Desde hace más de 50 años,  Ramón Castro se dedica a vender pastelillos en Portoviejo, negocio que le permitió educar a sus seis hijos y poder mantener a su familia.

Él cuenta que inició esta actividad junto a su esposa Julia Williams (fallecida). Ella  era experta en la cocina tradicional manabita -asegura  Castro- y cuando se casaron buscaron otra manera de aumentar los ingresos ya que el sueldo que él ganaba como empleado de la Intendencia de Policía no era suficiente.

“Ella me propuso contratar a gente  que comercialice los pastelillos que hacía. En poco tiempo este producto era  apetecido en todas partes, fue así como decidimos abrir un quiosco. Cada dulce costaba un sucre”, recuerda Castro y añade que cuando él se inició en este negocio, nadie más se dedicaba al oficio.

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Los pastelillos son elaborados con harina y el relleno es un condumio de pan de dulce con  huevo duro y pollo, a los que una vez que lo fríe se le agrega azúcar.

Negocio de familia
La venta de pastelillos por parte de Don Ramón, como lo llaman todos sus clientes, se mantiene en un local de la calle Sucre, en Portoviejo.

Aunque él señala que el negocio ha bajado y ahora las ganancias no son las mismas que antes, dos de sus hijas se dedican a diario a la elaboración de este producto.

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“Ahora hay mucha competencia, pero nuestros pastelillos son tradicionales”, comenta este comerciante.

Es a causa de esa competencia que el negocio últimamente se diversificó. Ahora también se venden hayacas, ensalada de frutas, chifles y otros productos.