El libro La ruta, de Pablo Marangoni, nos traslada a La ruta interior, de Herman Hesse, porque hay cierta aparente similitud entre ambos. Lo que sucede es que el primero se extiende, y con razón, en lo exterior, sin relegar lo otro, por supuesto.

Aspiramos a ser parte ínfima de los dos caminos de Pablo Marangoni y de ahí estas líneas. Además, que en nuestra juventud atravesamos juntos el camino de La manga, en unidad con compañeros de notable estirpe, donde él consagraba el orden y la serenidad.

La ruta configura paralelamente al hombre de la razón y al hombre de la pasión. Por un lado el científico que sitúa fríamente al ser humano sobre la Tierra, con cantidad de información le indica lo que debe acometer para preservarla, para salvarla en buenos términos hasta de la extinción. Con nuestra Tierra no se “juega”, no se la maltrata; a ella hay que amarla más que a “las niñas de nuestros ojos”, no hay que violarla permanentemente, no abusar a diario de sus bondades con explotaciones, con guerras, con miserias inmisericordes, con ambiciones de todo orden.

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Las argumentaciones de Pablo Marangoni sostenidas en cifras, hechos, estadísticas, comparaciones, estudios del ayer y del hoy que nos pone en la disyuntiva de imaginar el futuro siniestro del planeta, donde, nos mataríamos por el agua y la ciencia ficción nos advierte que no podríamos reír porque correríamos el riesgo de chocar con la mejilla del vecino y de roerla llegado el caso. Dijimos que Pablo Marangoni era un hombre de pasión y precisamente cierra su libro con uno de sus mayores amores: el arte, lo que constituye un descanso dentro de su furiosa actividad, incluyendo varios comentarios dedicados año tras año al quehacer de nuestros artistas, a los que acompañó y acompaña todo el tiempo. Emerge allí el hombre solidario y el hombre severo y amplio en los juicios. No toma partido, solo por la creación, que es lo que importa.

Seguramente en sus lecturas de todo género, supo aquello de que algunos artistas pueden llegar incluso hasta la muerte, incluso a matar para crear, “incluso de morir uno mismo con tal de crear”.

Luis Martínez Moreno
Guayaquil