Lo central en estos momentos no son los argumentos de quienes encabezan la protesta. Si son ciertas o no sus razones, eso no es lo fundamental; sino lo inaudito de que crean que la ciudadanía debe soportarles cualquier incomodidad, y perder tiempo y dinero solo porque ellos consideran que la justicia está de su lado. Para defender sus derechos, los ciudadanos tienen derecho a casi todo, incluido el derecho a la protesta. Lo que no existe es la obligación de los inocentes de pagar los costos de ese derecho.

Si la justicia realmente asiste a los taxistas, que apelen a los mecanismos establecidos por la ley, y que sus protestas las hagan pacíficamente y sin incomodar al vecino.

Los “forajidos” de Quito surgieron como respuesta a determinadas circunstancias que difícilmente se repetirán. No creamos que eso le da carta blanca a cualquiera para imponer su voluntad. La palabra “forajido” ha perdido estos días su connotación peyorativa y por eso podemos emplearla entre comillas con un matiz positivo. Pero si debiésemos referirnos a los que anhelan la ley de la selva, entonces las comillas estarán de más.