Álvaro Salgado es un quiteño que tiene sus papeles en regla desde hace algunos meses. Pero su esposa acudió el último día a presentar los suyos. “Sencillamente, no se pudo antes, no nos enviaron con tiempo el récord policial, por los problemas políticos”.

También reconoce que no fue sencillo conseguir los contratos de trabajo. “El español es muy cerrado y primero pone a prueba a su trabajador”.

Pero cree que él ha tenido suerte, ya que su empleador se encargará de los pagos de su seguro social. “Sé de muchos que tendrán que asumir sus pagos, pues les pusieron esa condición”.

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Álvaro está junto a su pequeña hija, quien ya tiene la nacionalidad española “gracias a Dios”, comenta su padre, quien no tiene en mente volver al Ecuador.
“De visita sí, pero a vivir no. Ella es española y no querrá ir a un país hecho pedazos”.

A los pocos minutos sale su esposa de la oficina. “Hola, Irene Mendoza”, se presenta con una muy bien pronunciada zeta.

Junto a ella, el español Jesús Álvaro, su empleador. Todos están contentos. Posan satisfechos para una foto, aunque no demuestran demasiada felicidad, pese al pedido. “Tampoco es para tanto”, dicen entre risas.

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