Blanca Potes, dueña de una tienda de víveres ubicada en el malecón de la parroquia de Posorja, dice no estar satisfecha con la vigilancia policial en el sector, porque “si bien ya no hay tantos robos como hace un año, aún la situación es preocupante”.

Potes asegura que los ocho policías que laboran en el único destacamento de la parroquia –que cuenta con 30.000 habitantes– no son suficientes para controlar la delincuencia.

Oky Ordóñez, teniente político de Posorja, sostiene que los moradores de los barrios considerados críticos se reunieron en brigadas para detener a siete pandillas que robaban en la parroquia.

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“Es verdad que los ladrones de Posorja se desplazan a Playas para robar, pero es necesario una coordinación policial en toda la Península”, indica Ordóñez.

Galo Vargas, presidente de la Junta Parroquial, expresa que si bien los niveles de delincuencia se mantienen, “esto no quiere decir que la hemos erradicado definitivamente”.