En el huerto de los olivos uno de los que estaban con Jesús echó mano a la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó una oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dice: “Envaina la espada; quien empuña la espada, a espada morirá”. (Mt. 26, 49-52).

El pasaje de la Pasión del Señor se me vino al pensamiento cuando miraba por la televisión a esa muchedumbre de quiteños de nacimiento y de corazón que, arriesgando su salud y sus vidas durante los días de la pasión del ex presidente Lucio Gutiérrez, trataban de llegar al palacio de Carondelet para pedirle que se vaya de la presidencia, que se vaya fuera. Naturalmente que era casi imposible porque estaba bien resguardado por las Fuerzas Armadas y la Policía.

¿Por qué pretendían sacarlo del ejercicio presidencial? Porque sin tomar en cuenta las cosas buenas que hizo Lucio, más pesaban las cosas inadecuadas: incumplimiento de lo ofrecido en campaña electoral, una serie de incoherencias, víctima de sus malos asesores, corderos o lobos, un nunca visto y escandaloso nepotismo manifestado a luz pública, el encargar a propios y amigos los cargos diplomáticos sin ninguna preparación.

Nada diré de las actitudes dictatoriales que produjo una Corte Suprema de Justicia que dictó una especie de sentencia absolutoria a favor de tres caballeros, ausentes mucho tiempo de la nación. Distinguiéndose, sobre todo uno de ellos, residente en Panamá. Tal sentencia incitó al pueblo de Quito, que se vistió de luto por el regreso de ese último connacional exiliado, para repudiar a Lucio.

Así se ha cumplido el principio: “El bien es total o algo se hace malo por cualquier falta”. Y el pueblo siente y sentía la falta de trabajo, de alimento, de medicinas para la salud. Muchos sienten y sentían hambre mirando cómo una numerosa familia y amigos estaban bien. A pesar de todo, muchos hubieran deseado que cumpla cuatro años. Pero le faltó tacto político al hablar y al actuar.

Esas expresiones: “¡Muero en el intento!”, “¡Del palacio no me sacan sino muerto!”, salidas del pecho de un militar, emocionaban porque recordaban las ideas con hechos de nuestros oficiales y soldados que derramaron su sangre en la frontera sur en diferentes épocas. Pero el pueblo quiteño puede exclamar hoy:
“¡No contaban con mi astucia!”. Pues, los mismos miembros del Comando Conjunto le retiraron su respaldo en la hora más crucial y decisiva, permitiéndole únicamente salir del Palacio de Gobierno. ¡Aprendamos esta nueva lección, pues no hay paz sin justicia! Que la aprendan bien los actuales y futuros mandatarios de los tres poderes, de lo contrario el pueblo sufriente no va a tolerarlo.