El volante militar desea jugar en Boca Juniors o el Inter de Milán.

Su cancha eran las calles de Lago Agrio. Ahí, un niño, Antonio Valencia –actual volante de El Nacional– acudía a jugar pelota cerca de la Escuela Militar de ese cantón.

Cuando cumplió los 16 años, recibió una llamada de su amigo Mauricio Cabezas para que se pruebe en las divisiones menores del cuadro militar. Valencia lo hizo, se probó y se quedó. Su casa dejó de ser Lago Agrio para vivir en el complejo militar de Tumbaco, en Quito.

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Hoy, Valencia, de 19 años, es una de las figuras del cuadro militar y de la Selección Nacional. El deportista tuvo una destacada participación en el triunfo 5–2 ante Paraguay en Quito y en el empate 2–2 con Perú, en Lima. En el primer partido marcó dos goles y en el segundo, uno.

“Yo vendía bolos y helados en Lago Agrio para que él pudiera jugar”, dice su madre, Teresa Mosquera, quien sufre de hipertensión severa. Valencia fue mejorando su fútbol y en el 2003 lo ascendieron al equipo de mayores. Apenas tuvo un sueldo fijo, Antonio llevó a su madre a Quito,  junto con su sobrino Janior Espinoza.

Valencia es el apoyo económico de su familia. Ayuda a su madre, sobrino y a sus abuelos que viven cerca de Viche (una población ubicada en la vía a Esmeraldas, conocida como La Lagartera).

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Teresa sabe de las aspiraciones de su hijo. Valencia quiere jugar en el Boca Juniors argentino y en el Inter de Milán de Italia.

Ella prefiere poner una vela todas las mañanas al Divino Niño y pedirle a Dios que nunca sufra una lesión.

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A sus 48 años, se hace evidente que el cabello rizado negro comienza a poblarse de canas. El movimiento de sus  grandes manos mulatas acompaña siempre sus palabras. “A Tony (Antonio) siempre le gustó jugar con los más grandes. Yo le decía que no, que tuviera cuidado, que le podían hacer daño, pero él es así. ¿Se da cuenta? Es como ahora, todavía sigue siendo el mismo”, manifiesta.

Valencia tiene tiempo para su familia y con sus ingresos económicos busca aliviar la enfermedad (hipertensión) que aqueja a su madre.

El nuevo proyecto del volante tricolor  es construir una casa para ella y su sobrino Janior en Quito.

Mientras, Antonio sigue llenando de alegría a la afición militar y a la Selección. Su meta inmediata es ser partícipe de la clasificación de Ecuador al Mundial de fútbol del 2006 y ser campeón con El Nacional.

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