De jardines y líneas imaginarias se titula la muestra que la artista inaugura hoy, a las 19h00, en la galería dpm Arte Contemporáneo (Circunvalación Sur 111 A y Víctor Emilio Estrada, Urdesa). Estará abierta hasta el próximo 3 de junio.
Su abuelo le solía narrar una anécdota. Él estaba en el sur de Francia en la década del 30 y acudió a la oficina de correos a enviar un telegrama al Ecuador. La telegrafista le dijo: “Eso no es posible, señor, porque el Ecuador es una línea imaginaria”.
Ese relato y su condición ambivalente, dual, de vivir en Londres y en Quito. De tener un pie en un continente y el otro, en otro, llevaron a Manuela Ribadeneira Quevedo a reflexionar sobre las líneas imaginarias con las que se habita y, en especial, sobre la línea imaginaria que atraviesa el Ecuador. A pensar en el país y en lo que somos.
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Luego reparó en el gesto. Cuando las personas visitan el monumento de la Mitad del Mundo, se toman una fotografía con un pie en el hemisferio Norte y con el otro en el Sur. En ese hecho Ribadeneira halló no solo un símil de su condición de vida actual (de ser de aquí y de ser de allá), sino quizá un acto definitorio como sociedad.
“Estar en ese acto ambivalente quizá sea nuestra identidad. Pero yo no afirmo nada, solo reflexiono”, comenta la artista, de 38 años, que reside en Londres, adonde viajó hace tres años para realizar una maestría en arte y se especializó, en los Estados Unidos, en temas contemporáneos de política y ciencias sociales.
La dualidad, la discusión sobre el centro y la periferia, las líneas imaginarias. Todo ello Ribadeneira lo incorpora a sus obras de arte, que van desde instalaciones y esculturas hasta fotografías, pinturas y objetos. A Guayaquil llega con una muestra que conceptúa de autobiográfica. Se inaugura hoy, a las 19h00, en la galería dpm.
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Entre lo que trae está una obra sobre Tiwintza, porque, dice, le interesa la historia de “ese kilómetro semiimaginario”, como lo llama. Y hay, además, unas esculturas de bronce que tienen el gesto de las piernas separadas, de un pie en cada lado, y unas fotografías Polaroid agrandadas, que fijan ese momento efímero de estar en la Mitad del Mundo y en los dos hemisferios a la vez.
La obra de la artista es reflexiva y lúdica. Dice que le gusta encontrar el justo medio. Ella se divierte y le gusta que la gente se ría, pero no con burla -eso lo detesta-, sino porque con ello “se prendió un foquito”. Ribadeneira llegó al arte casi por azar. Ahora es su lenguaje y su espacio de libertad. Y no piensa abandonar esa libertad.
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El arte es el lenguaje apropiado para lo que quiero decir. Es un espacio de libertad.
La muestra es autobiográfica pese a que hablo del país, de identidad, de centro y periferia.
Aquí no hay tanta competencia. Esa sensación permite hacerse un poco cómodo.