Como ecuatoriano residente en el extranjero, recibí con beneplácito la noticia de la reciente caída del régimen del coronel Gutiérrez, sin embargo, quiero aferrarme a la esperanza de que la lucha ejemplar de nuestro valeroso pueblo no será traicionada nuevamente por la clase política oportunista que habiendo apoyado al régimen caído ahora cambiará de bando y pretenderá seguir haciendo pactos para no perder los privilegios que le concede su cuota de poder.

Ese movimiento espontáneo tuvo como objetivo principal recuperar la dignidad de nuestro pueblo, desembarazarlo de un régimen corrupto y autoritario y de toda la escoria de los partidos políticos,  tanto aquellos que apoyaron al coronel como los de la oposición. El pueblo reconoció al fin que estos solamente se preocupan por repartirse la troncha, y la caída de Gutiérrez no es la culminación de este proceso de reivindicación popular.

El doctor Alfredo Palacio asumió ahora el poder, pero tengo el temor de que mientras dure la euforia por la caída de Gutiérrez los partidos políticos se repartan el botín y así  bajo un nuevo ropaje sigan destruyendo al país. Si los congresistas pretenden seguir por el mismo derrotero, se enfrentarán a un pueblo que ya no está dispuesto a tolerar la misma infamia. Queremos ver nacer  un nuevo Ecuador, libre de la mezquindad de los oportunistas de siempre, donde la justicia no sea un artículo de consumo que solo pueden gozarla los que pueden comprarla, donde todos los niños vayan a la escuela sin hambre, donde los enfermos no tengan que llevar sus propias medicinas al hospital, donde las clínicas no mantengan como rehenes a los pacientes que no pueden pagar las cuentas astronómicas que les cobran  por servicios que el Gobierno tiene la obligación de proveer.

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Fernando Granda
Montreal, Canadá

Mi admiración y homenaje a  través  de  esta  carta pública, por esa acción ejemplificadora.

Leí hace algunos días una carta de un joven preguntándose, “¿para qué aprendemos derecho?, pues los códigos y libros de Derecho Constitucional no sirven, son violados por las más altas autoridades…”. La respuesta la ha dado el tiempo.

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Una ley o norma legal, para que tenga acatamiento de la sociedad, tiene que ser producto de esa necesidad que va a legalizar con justicia. Si se rompe este principio fundamental, la norma sencillamente es repudiada y no acatada. Quienes la dictaron, hoy tienen miedo y no dan la cara. Ellos, ayer con todo el poder público, hoy huyeron. Solo han sido explotadores del dolor y desconocimiento del pueblo que hoy viven en la opulencia; ¿los hemos visto ahora presentarse ante la opinión pública? No, así son los ruines y mediocres de espíritu, cobardes ante la verdad.

Nuestro país ha vivido una revolución de comunicación digital, sin líderes aparentes, sin protagonismos individuales, que se hizo fuerte e imbatible a pesar de la fuerza de choque y mil artimañas. Esperemos que este “nuevo grito de independencia del pueblo quiteño” nos redima a los ecuatorianos y que el sacrificio no sea inútil como ocurrió cuando se escribió en sus paredes: “Último día del despotismo y primero de lo mismo”.

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Dra. Regina Zambrano Reyna
Guayaquil