La tarea de refundar el país que la ciudadanía se ha autoimpuesto, suscita la participación alegre, espontánea, esperanzadora de amplios sectores, sobre todo de la juventud, que de pronto descubre el poder que tiene. El poder de servir, de proponer, de convocar, de escuchar, de hablar, de enseñar. El poder que se ejerce con los demás, que nace del grupo y cesa ante él. Es un río impetuoso que nace de las entrañas de un país que busca afanosamente revelar su identidad. Ejercicio gratificante de la democracia, verdadera escuela de vida, que se nutre de los aportes de cada uno y a la vez lo trasciende. Búsqueda fértil de un proyecto común que unifique y a la vez respete las diferencias.

Nací en un paisito, como los uruguayos llaman a su patria y elegí quedarme a vivir en este Ecuador de privilegiada naturaleza y gente cordial, amable, acogedora y tenaz. En Uruguay vive mi hermana gemela. Ella me habló entusiasmada de los procesos políticos que se están dando y la esperanza que los anima. Y porque de pronto nos da ideas para lo que queremos hacer que suceda aquí, comparto algo de lo que me contó:
Zapicán es un pueblo con 600 habitantes, de una provincia en la mitad del territorio, donde el presidente recién posesionado, Tabaré Vázquez, y sus doce ministros acaban de reunirse con la población, para conocer sus aspiraciones y celebrar la reunión de gabinete ministerial. Lo hicieron en una carpa, porque no había un lugar suficientemente grande en el pueblo para celebrar la asamblea. La elección del lugar se remonta a un hecho de la campaña electoral. Un poblador había dicho al entonces candidato: si usted sale elegido, seguro que no se acordará de nosotros. Los pobladores, en su mayoría, no votaron por el candidato que resultó triunfador. El presidente fiel a su promesa y a la voluntad política del régimen de celebrar reuniones en los lugares menos visitados, y dar soluciones concretas a problemas concretos, eligió ese pueblo como primer lugar para la celebración de esa especie de consejo de Estado itinerante. Los pobladores se prepararon con quince días de anticipación para la asamblea. En ella los delegados tomaron la palabra durante 5 minutos. Debían hacerlo en nombre de la organización que representaban. En sus exposiciones hacían un rápido diagnóstico de la situación y proponían soluciones. Luego de la reunión plenaria en la que todos escucharon a todos, se reunieron por separado con los ministros del área respectiva y en conjunto, pobladores y funcionarios, elaboraron proyectos a llevarse a cabo a corto, mediano y largo plazo, con un plan de seguimiento por parte del pueblo.

Y también me habló de otras propuestas novedosas. Se ha creado el Ministerio de Emergencia Social. Los ciudadanos que se encuentran en estado de pobreza, reciben un salario social entre 50 y 60 dólares, una canasta básica de alimentos y cursos de integración laboral. A cambio tienen que realizar alguna prestación, algún trabajo de alcance comunitario. Si no realizan la prestación de servicios o no acuden a los cursos se suspende la aportación, que dura máximo dos años. Al cabo de ellos los beneficiarios deben estar integrados al ámbito productivo, pues se busca incluir a las personas en estado de pobreza y no mantenerlas en estado de mendicidad.

La historia se escribe para adelante, dice Mafalda.

Si nos damos la mano entre personas y entre pueblos, en esta América y en este país de sobrecogedora belleza y empobrecimiento vertiginoso, el orgullo de ser lo que somos nos ayudará a ser lo que estamos llamados a ser.