Los integrantes de la barra más radical de este club deportivo decidieron expresar su hartazgo con violencia.

Hasta ahora, algunos barcelonistas se habían mostrado inconformes por las derrotas pero esperanzados en que su equipo se recupere; otros, indiferentes. De repente el panorama cambió: en el encuentro ante Olmedo, insultos y botellas lanzadas a la cancha fueron el inicio de los incidentes protagonizados por iracundos fanáticos que luego destrozaron a pedradas unos catorce carros, mientras esperaban la salida de los jugadores para reclamarles por su falta de entrega y ausencia de victorias.

Posiblemente estas acciones de rechazo estén contagiadas por la efervescencia de las protestas contra los políticos irresponsables, que se dieron días atrás. La crisis de gobernabilidad por la que atraviesa el país pudo haber despertado en la sociedad civil la capacidad de expresar su inconformidad y de exigir que se cumplan sus demandas. Esto explicaría que los fanáticos del equipo con mayor hinchada del país no estén dispuestos a seguir siendo defraudados por su ídolo y le exijan resultados a la altura de sus expectativas. Y en eso tienen razón. Pero no la tienen si piensan que con actos vandálicos conseguirán que los jugadores, técnicos y dirigentes mejoren su rendimiento y cosechen victorias.

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Acciones como esta preocupan sobremanera no solo por la gravedad que en sí revisten, sino por el caos que podría formarse si esta práctica irracional se extendiese como forma de protesta.