Son millares las razones para la falta de mejoras, desde la corrupción hasta la ineptitud y los sistemas sociales mal organizados.

El año pasado, la economía de Ecuador creció a un sorprendente 6,6 por ciento, su índice de inflación fue el más bajo en 30 años y aumentó vertiginosamente la inversión extranjera. Wall Street lo festejó cuando LatinSource, una empresa de análisis de las economías latinoamericanas con sede en Nueva York, elogió a Ecuador por haber “rebasado incluso los escenarios más optimistas”.

Sin embargo, esas cifras rosadas no se tradujeron en vidas mejores para los pobres de Ecuador ni en apoyo político para Lucio Gutiérrez, quien asumió el poder hace 28 meses, fue removido por el Congreso ecuatoriano el miércoles 20 de abril y salió el domingo 24 a Brasil como asilado.

Aun cuando su interferencia con el poder judicial fue la razón ostensible de su caída, muchos ecuatorianos se habían desilusionado profundamente de su gobierno y decían que poco había cambiado a pesar de las promesas de más empleos, mejores escuelas y atención de la salud.

En el ruinoso hospital infantil público Baca Ortiz de Quito, con 57 años de antigüedad y considerado el más importante del país, los pacientes tienen que llevar su propia medicina y los médicos dicen que no cuentan con instalaciones limpias ni salarios decentes para vivir y ni siquiera el equipo más rudimentario.

“Lo último que le preocupa al Estado son la educación y la atención médica”, dijo José Acosta, un médico del hospital. “Si el Estado no proporciona los medicamentos, no da fondos, ¿cómo se supone que nosotros brindemos una buena atención?”.

En toda América Latina existe descontento por la falta de atención estatal a las necesidades sociales básicas, a pesar de las cifras macroeconómicas cada vez más positivas.

El crecimiento económico en la región llegó al 5,5 por ciento el año pasado, el mejor en una generación; bajó la inflación; están aumentando las reservas de divisas, y son sólidos los índices de crédito. Sin embargo, las noticias económicas positivas no se han traducido en vivienda para los pobres, más maestros, mejores hospitales ni paz social.

Después de años de prudencia fiscal, privatizaciones y otras reformas al mercado prescritas por Washington, los índices de desempleo y pobreza apenas si se han movido. La pobreza, aun cuando bajó ligeramente el año pasado, sigue siendo omnipresente sumiendo en ella al 44 por ciento de la población.

“El índice de crecimiento no siempre es un parámetro preciso de la auténtica prosperidad de un país”, dijo Larry Birns, director del Consejo para Asuntos Hemisféricos con sede en Washington, que sigue las tendencias sociales y económicas en América Latina. “Se han elevado las expectativas y lo han hecho con mayor rapidez que el índice de crecimiento”.

Los precios altos del petróleo y otros artículos que proporcionan estos países están impulsando el crecimiento económico sólido en toda Latinoamérica. Wall Street es particularmente optimista respecto a Perú, que ha registrado un crecimiento fuerte de largo plazo. La economía de Bolivia, uno de los países más pobres de la región, creció en casi el cuatro por ciento el año pasado, en tanto que México superó esa cifra, y Brasil, la mayor economía de América Latina, registró un crecimiento del 5,2 por ciento.

Sin embargo, el presidente peruano Alejandro Toledo sigue siendo el líder menos popular de América Latina, y el de Bolivia, Carlos Mesa, ha sido golpeado por manifestaciones públicas. Las iniciativas del gobierno de Vicente Fox en México carecen de apoyo popular, y en Brasil, muchos entre las legiones de pobres creen que han sido abandonados por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien adoptó políticas de moderación fiscal a pesar de sus credenciales izquierdistas.

Son millares las razones para la falta de mejoras, desde la corrupción hasta la ineptitud y los sistemas sociales mal organizados. Sin embargo, muchos expertos también dicen que las limitaciones fiscales, junto con enormes deudas públicas, son un obstáculo para gobiernos como el de Gutiérrez. La deuda pública en muchos países rebasa el 40 por ciento de la producción económica.

“La deuda externa sigue siendo un factor dado que lejos de disminuir, continúa aumentando, y los acreedores son implacables”, expresó Augusto Ramírez Ocampo, ex ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, quien ahora trabaja en el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas. “Si los gobiernos no pagan, pierden subsidios y financiamientos”.

Es palpable el cinismo entre los latinoamericanos que perciben muy pocos cambios. Mónica Patiño, de 44 años, y otros padres de la escuela primaria 23 de Mayo en la parte pobre del sur de Quito juntan dinero para pagar los pizarrones, las bancas para los salones, trabajos de pintura e incluso los salarios de los maestros de inglés y computación. Si a su hijo Armando Estrella de seis años, se le compara con “un niño de una escuela privada, le gana por una milla”, dijo, y señaló que los maestros mal pagados tienen grupos de 45 niños.

“Es un desastre total”, afirmó. “Se suponía que la educación iba a ser gratuita. Antes, el Gobierno solía reembolsarnos el dinero, por lo menos. Ahora, no gasta en nada”.

Una excepción es Venezuela, donde un auge en el petróleo ha generado el mayor crecimiento en la región –18 por ciento el año pasado–, generando miles de millones de dólares que el presidente Hugo Chávez ha utilizado para solidificar su popularidad al orientarlos a programas sociales.

El nuevo gobierno de Ecuador, muy consciente de la forma en la que se debilitó Gutiérrez, está cambiando de dirección. El nuevo presidente, Alfredo Palacio, de 66 años, cardiólogo y ex ministro de Salud, fue vicepresidente con Gutiérrez, pero hace tiempo que rompió con él debido a las limitaciones fiscales del gobierno.

En efecto, Gutiérrez, quien cambió de ser un crítico de las reformas al mercado a un capitalista acartonado después de asumir el cargo, se había comprometido a mantener la disciplina fiscal a toda costa.

Palacio ahora ofrece un cambio total.

“El país necesita invertir en salud, educación; invertir en lo social”, dijo a un periódico de Quito. “El crecimiento del 6,6 por ciento que se ha festinado es una farsa”.

En el Baca Ortiz, el director, doctor Édgar Jativa, sostuvo que le gustaría aumentar los salarios de los médicos, que ganan muy poco, 450 dólares al mes, y sustituir el equipo obsoleto. Sin embargo, no está contando con que llegue el dinero. “La buena noticia llegará cuando obtengamos el presupuesto”, dijo. “Hasta entonces, son solo buenas intenciones. Nuestros presidentes siempre tienen buenas intenciones”.

© The New York Times News Service