Los funcionarios  constataron la presencia de un enfermo de sida y tuberculosis en la Penitenciaría.

El hacinamiento, la falta de aseo y reos que padecen de graves enfermedades y no reciben tratamiento médico fueron las novedades que más sorprendieron a los funcionarios de la Defensoría del Pueblo del Guayas, que realizaron ayer un recorrido por la Penitenciaría del Litoral.

Los casos de José Cristóbal Salazar Quiñónez, de 45 años, quien sufre de sida y tuberculosis; y de Pedro José Manzaba, de 65, que padece de diabetes y principio de trombosis, llamaron la atención de Patricia Castro, quien se desempeña como adjunta segunda del Defensor del Pueblo, Claudio Mueckay.

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Salazar, quien lleva quince años y siete meses en el reclusorio por el delito de homicidio, explicó que su salud se ha deteriorado mucho a causa de las enfermedades y pide que lo “dejen descansar”.

Mientras, Pedro Manzaba, recluido hace seis años por tráfico de drogas, permanece en el policlínico de la cárcel esperando que se le conceda algún tipo de permiso para ser tratado en un centro médico.

“No es posible que esta gente esté en este encierro sin la debida atención a sus enfermedades, vamos a oficiar a los juzgados que llevan sus casos para que se los ponga en libertad o los lleven a un hospital, dependiendo el caso que sea”, sostuvo Castro.

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Los abogados de la Defensoría escucharon a los internos y les ofrecieron interceder por ellos. La funcionaria cuestionó que pese a que el director (e) del reclusorio, Eddy Henríquez, se encontraba en su oficina, no los acompañó durante el recorrido.

Los cuatro abogados de la Defensoría también visitaron la cocina de la penitenciaría y constataron la manera “precaria”, como la calificaron, en que se preparan los alimentos que consumen los 3.600 reos. Otra observación fue el exceso de detenidos en las celdas.

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Byron Briones, presidente del comité de internos, manifestó a la comisión de la Defensoría que grupos de cuatro detenidos van a la cocina con baldes y luego llevan la comida a sus compañeros de pabellón. “Esa no es una manera digna de alimentarse”, expresó Briones.

“Hay unos casos en que los compañeros que tienen posibilidades (económicas) preparan su propia comida, pero son pocos; es difícil que más de 3.000 personas nos alimentemos con una asignación diaria de 70 centavos”, señaló.

Durante la visita, también se observó que en la cárcel viven mujeres y niños, pese a que esto está prohibido.