Decimos con harta frecuencia que “la historia es la maestra de la vida”. No sé si esta maestra resida en Ecuador o si ella cambió de oficio o emigró a otros parajes porque la historia a nosotros nada nos ha enseñado o nada aprendimos los ecuatorianos; seguimos perdiendo el tiempo, perdiendo los años, repitiendo los mismos errores. Cuatro presidentes prófugos, por diversas razones, qué desgracia. Cómo hemos descendido en nuestra autoestima. No importa lo que el mundo diga de nosotros. La vergüenza, si alguna vez la tuvimos, también ha huido de nuestras fronteras. Este panorama, someramente descrito, nos obliga a recapacitar para ahora sí hacer lo que debimos haber hecho en los últimos veinticinco años de historia nacional. Para reflexión de la comunidad me permito entregarles algunas  lecciones que debemos aprender en estos días:

-El edificio de la democracia ha colapsado, se encuentra destruido, hay que intentar rehacerlo. La democracia se vino abajo movida por los propios ocupantes de las diversas instituciones llamadas a ser las vigilantes de su buena salud. El colapso es general: tenemos una función ejecutiva armándose contra reloj, al apuro, aún titubeante; unas fuerzas armadas y policiales peligrosamente politizadas en los dos últimos años que deben volver a ser lo que alguna vez sí lo fueron, olvidándose de espejismos ajenos a su misión y respaldando con firmeza e inteligencia la vida democrática que se intenta reconstruir; tenemos un congreso nacional y los tribunales constitucional y electoral, abiertamente rechazados por nuestro pueblo.

-Quito ha gestado y parido el movimiento de “los forajidos” que merece un estudio sociológico profundo para descubrir algunos elementos que aún no son de dominio público para quienes nos encontramos físicamente lejos de ese escenario. Este movimiento consiguió para Ecuador aquello que no pudieron hacer los representantes del pueblo, los diputados, porque ellos desde hace algunos lustros se olvidaron que nos representaban y que su obligación era velar por los intereses nacionales.

-El movimiento de “los forajidos” escribió ya su página en la historia nacional, pero ahora sus integrantes están obligados a pensar en lo realizado y sacar algunas conclusiones importantes: deben estar alertas para que se cumpla con los anhelos nacionales; deben empezar a entender que ellos tomaron una bandera, cumplieron con una meta, pero ellos no son representantes legítimos de todo un Ecuador, ni poseen justificación jurídica para realizar acciones en nombre de todo un pueblo; ellos deben entender que no se puede echar tierra sobre lo prescrito en nuestras leyes y especialmente en la Constitución; ellos deben comprender que los tribunales y el Congreso Nacional son instancias jurídicas que no podemos desconocerlas, pero que es indispensable cambiarlas siguiendo trámites y procedimientos de rigor.

-El amor a la patria tiene que cuajarse en acciones que lo demuestren. El presidente Alfredo Palacio está llamado a dejar arreglada la cama de la democracia para que esta duerma tranquila por muchos años en Ecuador. Consulta Popular, Asamblea Constituyente y sabias decisiones delinean un camino. Confío que en enero del 2007 los ecuatorianos nos congratulemos por haber encontrado al segundo Clemente Yerovi, quien habló poco e hizo mucho por la patria.