A las 12h50 del miércoles 20 de abril en la Plaza de la Independencia, en Quito, se daba el signo final de la caída del ex presidente de la República, coronel Lucio Gutiérrez.

Los militares se replegaban hacia el centro de la plaza, dejando atrás a los policías, como a la espera de una orden.

Pero las señales de la caída del Mandatario se iniciaron la noche del 19 de abril.
A las 22h00 “nos sorprendió que el ex ministro de Educación, Roberto Passailaigue, aclare a un medio de comunicación que no estaban suspendidas las clases en Quito”, a pesar de que el secretario particular Carlos Pólit le pidió que las suspendiera, “yo estuve ahí cuando lo llamó por teléfono”, relató el primo de Gutiérrez, mayor Renán Borbúa.

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Luego, la noticia de la muerte del fotoperiodista chileno José García cayó como balde de agua fría, así como la información de que el alto mando militar analizaba la posibilidad de retirar su apoyo.

Esas versiones hicieron que Pólit se pronunciara a las 00h45, asegurando que el respaldo militar se mantenía y que la muerte de García era responsabilidad de la oposición. El mayor Fidel Araujo afirmó que esa noche Lucio Gutiérrez no durmió.

Al día siguiente, a las 06h30, Borbúa relató que recibió la llamada de una esposa de un coronel, contándole que “se estaba cocinando algo, las Fuerzas Armadas se están virando”, dijo la fuente. Ante esto el dirigente de Sociedad Patriótica habló por teléfono con el ex jefe del Comando Conjunto, Víctor Hugo Rosero.

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“No. Cómo puede ser, yo soy un hombre de honor, yo no me vendo, algunos oficiales del alto mando ahí han querido tomar alguna decisión, pero yo soy leal y agradecido”, dijo Rosero a las 07h00.

“A las 09h30, llegamos al Palacio junto con Gilmar Gutiérrez y Pólit, el Presidente estaba reunido con la embajadora de Estados Unidos, Kristie Kenney, luego nos comentó que hablaron sobre la crisis del país y algo del TLC”.

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“Después nos reunimos para analizar la conspiración, teníamos amigos en el Centro de Inteligencia y otros en el Comando Conjunto. En la reunión estuvieron Gilmar, Pólit, el presidente de Petroecuador, Hugo Bonilla; el coronel Fausto Cobo, los tres edecanes y la seguridad. “Carlos Arboleda (gerente de la AGD) se quedó 30 minutos, y Óscar Ayerve entraba y salía”, dijo Borbúa.

Allí se decidió llamar al alto mando militar, pero solo llegó el ministro de Defensa, general Nelson Herrera, este “conversó un momento con el Presidente, pero jamás le contó que el Comando estaba reunido en el ministerio”, añadió.

Gilmar recordó que hacia las 10h00 ya se conocía la versión de que Rosero “se reunió con León Febres-Cordero y también con gente de la Izquierda Democrática, pero el Presidente decidió seguir confiando en la lealtad de Rosero”.

Hacia las 11h00 se conoció que había renunciado el comandante de la Policía, Jorge Poveda. “Luego se decidió que Marco Cuvero lo reemplazara, el Presidente lo posesionó y lo mandó con Ayerve a que den la rueda de prensa y anuncien la destitución de Bolívar González”, explicó Borbúa.

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“Casi a las 13h00, Miguel (colaborador de Borbúa) me llamó desde abajo a decirme que los militares se estaban formando y yendo. Luego, Rosero llamó al Presidente y le informó la decisión de las FF.AA. de quitarle el apoyo. Lucio le respondió, lo lamento por el país y por la democracia, se puso muy triste y nos contó lo sucedido”, agregó.

“Simultáneamente las FF.AA. anunciaron su decisión y el Congreso la destitución, todo fue coordinado”, señaló el ex diputado.

Enseguida se preparó la evacuación. El general Miguel Maldonado, jefe de la Casa Militar, y Hugo Guerrón, comandante de la I División Shyris, subieron a la Residencia a pedirle a Gutiérrez que salga. Un militar que estuvo ahí dice que la respuesta fue: “ustedes saben que de aquí solo me sacan muerto”. Gilmar niega que su hermano haya caído en la desesperación, aunque confirma que sí exigió quedarse en el Palacio, pero que lo convencieron de que era mejor vivir “para continuar en la lucha”.

“Yo creo que le advirtieron de que su vida estaba en peligro”, dijo Borbúa.
Lucio Gutiérrez vestía de terno azul, sin corbata, se dirigió a su cuarto y “tomó una maleta pequeña y un cofre donde guarda los recuerdos de su mamá fallecida, unas cinco camisas y seis corbatas, subimos a la terraza con Gilmar y nos embarcamos los tres en un helicóptero Lama. Salimos con las justas, la gente estaba llegando a la terraza.

Dimos vueltas por la ciudad tratando de decidir si viajaríamos a Portoviejo, Guayaquil o Tena. Y cuando llegamos a la pista de la Aviación del Ejército, para nuestra sorpresa, el avión que nos esperaba  ya estaba rodeado por funcionarios de la Fundación Aeroportuaria de Quito, que es de la ID, todos vestidos de amarillo”, según Borbúa. “Fueron los primeros en cruzar los carros frente al avión  y no hicieron nada para impedir el ingreso de más gente a la pista”.

“El piloto del avión se comunicó con el general Luis Aguas y este envió de nuevo el helicóptero Lama, pero con otros pilotos, esta vez con uno del Tena y nos llevó a la Balbina (base militar). A Tena no pudimos viajar porque el cielo estaba cerrado, no nos acompañó el clima.  En la base se nos ocurrió lo del asilo político, se pensó en Argentina, Brasil y Venezuela, Gutiérrez escogió Brasil porque allá estudió en su juventud, llamó por teléfono al Embajador de ese país y este accedió.

De la Balbina salieron a las 15h30 en dos carros, Borbúa hacia Guayaquil y los hermanos Gutiérrez a la casa del embajador Sergio Florencia.

Según Borbúa, la consigna era que el Presidente “muriera a manos de la turba y como no se pudo en el Palacio se intentó en el aeropuerto”.