Benedicto XVI recibió ayer sus atributos papales: el anillo del Pescador y el palio o estola.
 
Benedicto XVI recibió ayer los atributos papales: el anillo del Pescador y el palio, en una multitudinaria misa en la plaza San Pedro, del Vaticano, que marcó el inicio oficial de su pontificado y en la que llamó a la unidad de los cristianos.

El Pontífice pidió a la humanidad volver a Dios y transformar un mundo de que dijo que está lleno de dolor y pobreza.  Ante una multitud estimada en unas 350.000 personas, agregó que era un “débil servidor de Dios” y pidió a los fieles que le ayuden en la “colosal tarea que verdaderamente supera la capacidad humana”.

El nuevo Papa se dirigió a otras iglesias cristianas, a las que pidió “recorrer el camino de la unidad” y también a las personas de fe judía, con las cuales -indicó- existe “una herencia espiritual común”.

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Benedicto XVI señaló en su homilía: “No estoy solo”, y agregó que “todos los santos de Dios” lo sostienen en su “enorme tarea”, así como también las oraciones de todos los fieles.

Agregó que “la Iglesia está viva porque Cristo está vivo” y exhortó a los católicos comprometerse en la “construcción del Reino de Dios” en el mundo.

Antes de celebrar la misa, el Pontífice oró ante la tumba de San Pedro en las Grutas Vaticanas junto con los Patriarcas de las iglesias orientales.

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Después, junto a los cardenales, salió en procesión hacia el altar en la Plaza de San Pedro.

Los momentos más emocionantes de la ceremonia fueron la imposición del palio, por el cardenal protodiácono, el chileno Jorge Arturo Medina  Estévez, y del anillo del Pescador, por parte del nuevo decano del Colegio cardenalicio, el italiano Ángelo Sodano.

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La estola tiene bordadas cinco cruces rojas, símbolo de las cinco llagas de  Jesucristo en la cruz, y está tejida en lana de cordero. El anillo es diferente al que usaba Juan Pablo II y Benedicto XVI lo llevará hasta su  muerte, cuando el cardenal Camarlengo se lo retire y lo rompa simbolizando el final de su papado.

El ritual de la coronación concluyó con el llamado “rito de la obediencia” por el que doce representantes de la Iglesia, número idéntico al de los  apóstoles, entre ellos cardenales, obispos, diáconos, una religiosa, un  matrimonio y dos jóvenes, se arrodillaron ante el nuevo Papa.

La misa fue concelebrada por 150 cardenales, las lecturas se hicieron en  inglés y español y la comunión la dieron 320 sacerdotes. Dos jóvenes peruanos,  María Ospino y Elías Nolasco, entregaron ofrendas.

Los aplausos se escucharon en la plaza mientras los peregrinos hacían ondear banderas, interrumpiendo un sermón enérgico en más de 40 ocasiones y coreando “Benedicto, Benedicto”, al final del discurso.

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Las campanas de San Pedro que señalaron el momento de la elección del Pontífice el pasado martes doblaron una vez más, y la música de órgano reverberó en todo el Vaticano.

A los 78 años, el Papa más anciano de los últimos tres siglos es considerado baluarte de las tendencias conservadoras de la Iglesia, una reputación que se ha fraguado durante sus años como supervisor doctrinal del Vaticano.

Pero el principal punto de su sermón, pronunciado enteramente en italiano, fue sobre lo que calificó de “mundo de alienación, sufrimiento y muerte”, que dijo se había convertido en un “terreno carente de espiritualidad”.

Sobre su programa de gobierno recalcó: “no es hacer mi voluntad, no es seguir mis propias ideas, sino ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por él”.

En cuanto al simbolismo del palio -que indica su autoridad suprema- lo comparó con la “voluntad de Dios”.

Al final de la misa de dos horas y media, el Papa fue conducido en un vehículo todoterreno blanco y con el techo descubierto, desde el que sonrió y saludó a la multitud de peregrinos que lo aclamaban.