Dos escritoras argentinas resultaron este año ganadoras del premio Alfaguara con El turno del escriba. Con la excusa de intervenir a Marco Polo, estas mujeres han recreado en su obra la época del famoso navegante contando la historia de un escriba que a su vez relata las vicisitudes del marino veneciano.

Mostrando que la historia universal ya no es coto de caza exclusivo de los expertos europeos, tanto Graciela Montes como Ema Wolf provienen del mundo de la literatura infantil y juvenil, es por eso que con esta novela han abierto un campo literario a la espera de que los niños que hoy les lean y crezcan.

- ¿Cómo pudieron elaborar una novela a cuatro manos?

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- Ema Wolf:  Es verdad que derramamos mucho tiempo poniéndonos de acuerdo, pero también es cierto que el que escribe en soledad debe resolver muchas cosas consigo mismo. Con esta obra demostramos que trabajar de a dos es posible . Llegamos a estructurar la novela capítulo a capítulo, sabíamos qué cosas había que contar,  cómo debía ser el personaje principal y los personajes accesorios. Tampoco quiero ocultar  que dudamos y nos costó mucho definir cuál era la voz del protagonista, pero después de 14 correcciones conseguimos definirlo todo.

- ¿Cómo era el método de trabajo? ¿Se reunían para escribir?

- Trabajábamos por partes una a una en soledad, pero las correcciones se hicieron conjuntamente.

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Tradición
- ¿Cómo surgió la idea, viniendo como vienen ustedes de la literatura infantil?

-  Graciela Montes: La historia empezó en una conversación en un bar que casualmente se llama Marco Polo. Con unas cervezas por el medio empezamos a hablar de la posibilidad de escribir una historia y de hacerlo juntas. Me gustaría decir que esperamos que se pueda recuperar nuevamente esta tradición.  Recuerdo que hablamos del libro de las aventuras de Marco Polo a propósito del nombre del bar. A partir de ahí empezó como un juego, en el que íbamos haciendo una especie de contrapunteo, como una payada en la que yo ponía una parte de una historia y la otra Ema.

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En cuanto a la literatura de los niños, hay cosas muy interesantes y tiene un universo de elementos que resultan imprescindibles en el significado de las primeras historias que nos emocionan. Esta chispa está presente en nuestra obra. La figura de Marco Polo es la del viajero y, al igual que Robin Hood o Simbad el marino, tiene la fuerza descomunal de la aventura.

- Ema Wolf:   Sí, así es, Marco Polo tiene una figura adorable,  fue un mercader que pasó 24 años en Oriente y que abandonó su ciudad natal a los 15 años. Así que es un personaje un poco extraño, desubicado en su momento. Me impresionó a partir de la lectura de la obra Las ciudades invisibles de Calvino.

Sabía que estaba cerca de lo fantástico y eso era una fuente enorme de motivación. Pero aquí hay algo importante,  y es que resultó más apasionante ocuparse de un personaje descastado y con mala suerte como el escriba, que del ya famoso Marco Polo.  El personaje realmente existió, y lo que la historia no nos daba lo rellenamos con la ficción. El pobre Rustichello de Pisa aspira a salvarse a través de sus escritos,  esperando que lo perdonen gracias a su habilidad como narrador, y ahí está la suerte del libro.

- ¿En qué querría convertirse un niño si leyera esta novela y qué encontraría en ella una niña?

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- Ema Wolf: En principio me parece que un niño no podría leer esta novela. Siento culpa hacia mis lectores juveniles,  porque seguro que me preguntarán por la novela y tendré que decirles que todavía no es para un chico de 11 años. Talvez los niños se interesen por las aventuras náuticas y los puertos,  pero yo soy una mujercita y también me han gustado siempre estas historias.

Yo me inicié en la literatura leyendo a Emilio Salgari, me aprendí todo su vocabulario marinero y todas las historias del mar, así que no podría hacer una diferencia entre cuáles podrían ser los intereses entre un chico y una chica,  porque hay una edad en que uno se enamora indistintamente del héroe y la heroína, del romance y las aventuras. Veremos qué encuentra cada persona, pero eso sí, tendrá que ser un adolescente muy lector para abordar este libro.

— ¿Cómo elaboraron el lenguaje del siglo XIII para abordar esta empresa literaria?

— Graciela Montes: El lenguaje fue una de las grandes aventuras a la hora de escribir esta historia. En primer lugar tuvimos que desempolvar todo nuestro conocimiento, porque siempre disponemos de mucho más lenguaje del que utilizamos en el día a día. Después hemos leído muchas obras de la época, hemos consultado documentos, y aprendimos las palabras, ya que había cosas en la época que tenían un nombre específico y eso obligó a enriquecer nuestro lenguaje.

Lo que me pasó escribiendo esta novela fue que, a raíz de la necesidad de entrar en este universo tan lejano, complejo y lleno de significaciones, pude descubrir una vez más que el mundo es complejo, sutil, delicado y múltiple, que no es homogéneo, pero que además siempre lo ha sido. Y el lenguaje fue,  de algún modo,  la clave.

- ¿La escritura es lo que realmente da vida a lo que existió?

- Ema Wolf: Rustichello escribe porque no le queda otra alternativa, y va trashumando su pobre historia personal. Todo le ocurre por circunstancias de la historia o por aspectos ajenos a él, así que toma una decisión propia por primera vez. Quiere hacer algo, pone todo lo que es y todo lo que puede,  y lo hace frente a un narrador poco entendido en historias. Si no fuese por lo que se ha escrito seguiríamos sin memoria.

- ¿Cuánto hay de la actualidad en una novela sobre el pasado?

- Graciela Montes: Uno suele relatar historias  de acontecimientos que han ocurrido en su país porque es lo más próximo. Pero cuando uno está haciendo literatura de fondo,  no piensa en la inmediatez. Al hacer literatura, la intención última es contar bien una historia, la historia de un libro.

- Ema Wolf:  Debo añadir que las referencias a la actualidad siempre las hace el lector...