Filmar The interpreter en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue “un desafío tanto técnico como emocional”, según el cineasta Sydney Pollack, quien utilizó esa sede  como escenario para rodar algunas de las escenas más impactantes de la cinta.

El cineasta estadounidense llegó esta semana a Nueva York para presentar The interpreter, rodada en un escenario real, con un guión intrincado y que ha sorprendido a la prensa por su falta de credibilidad.

Pollack comentó que, como escenario, “el edificio de la ONU tiene su propio ruido y ambiente.  Es como cuando estás dentro de una catedral en Venecia. La primera vez que entré a la Asamblea General me fijé en lo poderosa que era la música de esa sala”.

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Agregó: “El edificio tiene su propio espíritu, su esplendor y drama, y fue todo un reto captar eso en la película”.

La ONU ha sido testigo de los eventos políticos mundiales más importantes y dramáticos de la historia reciente, según Pollack, quien antes de su estreno aseguraba que la película no es propagandística ni trata de la historia de la Organización.

El argumento es una intriga político-policial que da pie a una defensa de los valores que encarna la ONU, al promover el diálogo y rechazar la violencia, y que tiene como telón de fondo una dictadura ficticia y un genocidio con el fin de dictar una lección de justicia internacional.
 
Por razones de seguridad y para preservar el edificio diseñado por un equipo de arquitectos, que incluyó al suizo Le Corbusier y al brasileño Óscar Niemeyer, así como las obras de arte que alberga, el rodaje se limitó a los fines de semana y se puso sumo cuidado en uso y traslado de los equipos técnicos.
 
“Hasta las alfombras son reliquias”, manifestó Pollack, que en sus notas de producción señala que todos los colaboradores, sin excepción, necesitaron acreditaciones especiales, pasar por los detectores de metales y permitir que los perros olfateasen el material de trabajo.

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Una vez dentro, tuvieron acceso absoluto a casi todas las áreas, entre ellas las salas de la Asamblea General y el Consejo de Seguridad.

Para poder filmar, Pollack debió conseguir previamente autorización directa del secretario general de la ONU, Kofi Annan.