Chirac podría haber optado por solicitar una votación parlamentaria que seguramente habría ganado. Más bien, optó por el camino más riesgoso, aunque también el más democrático, de solicitar la aprobación de los ciudadanos de Francia.

El presidente de Francia, Jacques Chirac, ha estado exponiendo lo que al parecer es un caso cada vez más desesperado por un voto favorable en el referendo que convocó para el 29 de mayo, el cual decidiría una nueva Constitución para la Unión Europea.

No es fácil exponer el caso de Chirac, en parte debido a que él y su gobierno de centro-derecha forman parte del problema.

Publicidad

Al reconocer de manera tácita tanto su propia popularidad como la del gobierno en una aparición por televisión el jueves pasado, Chirac se sintió obligado a recordarles a los nueve millones de telespectateurs que lo estaban viendo al inicio de su mensaje, de dos horas de duración, que ellos estarán votando con respecto al interrogante del “papel esencial” de Francia en la nueva organización de Europa, no con respecto a quién gobernará Francia mañana.

El caso de Chirac por la nueva Constitución pudiera ser instructivo para los estadounidenses que desean comprender qué está en juego, a medida que la totalidad de los 25 integrantes de la Unión Europea someten el texto a una ratificación, sea mediante parlamentos o referendos populares.

Para el crédito de Chirac, él podría haber optado por solicitar una votación parlamentaria que seguramente habría ganado. Más bien, optó por el camino más riesgoso, aunque también el más democrático, de solicitar la aprobación de los ciudadanos de Francia.

Publicidad

Cuando Chirac anunció el referendo a finales de febrero, una clara mayoría aprobaba la Constitución. Sin embargo, en un sondeo de opinión divulgado el día anterior a su presentación por TV, el 53% dijo que se propone votar en contra del documento.

Debido a que buena parte del ímpetu por la nueva Constitución se originó en Francia, un rechazo por parte de los electores galos podría ser un devastador golpe para todo el proyecto.

Publicidad

Chirac advirtió que Francia se debilitaría si se convertía en el único país que no lo ratificaba, diciendo que los opositores del texto se estaban engañando si creían que los otros 24 países integrantes de la UE darían su consentimiento para renegociar los 448 artículos de la nueva Constitución tras un voto negativo por parte de los franceses. Más bien, advirtió, Francia será “la oveja negra que lo habrá obstruido todo”.

La dificultad de la tarea de Chirac se complicó por su necesidad de responder a las críticas provenientes de sectores tanto en la izquierda como en la derecha.

Sus objeciones apuntan hacia aspectos dispares del nuevo modelo de la UE, al cual se le confiaría la política unificada de relaciones exteriores y la defensa y sería puesta en marcha por parte de un presidente y un canciller.

Con el fin de aplacar a la izquierda, Chirac invocó una presunta necesidad de defender la versión “humanista” de Francia sobre un mercado libre en contra de la “corriente ultraliberal, anglosajona y atlanticista”, alusión peyorativa a los modelos británico y estadounidense de libre empresa que la Francia de Chirac está emulando actualmente.

Publicidad

Para tranquilizar a la derecha, prometió que no habría ningún sacrificio de la soberanía esencial ni el acceso de

Las contorsiones del informe de Chirac dejan entrever una razón para explicar la resistencia popular a su cortejo. Los ciudadanos de Francia tienen razón para sospechar que lo que es apropiado para sus élites gobernantes pudiera no ser necesariamente lo mejor para ellos.