Después de plegarias y misas para la elección del Papa, y luego de rogar al Espíritu Santo que nos regale al dignísimo sucesor del bien amado Juan Pablo II, conocimos con extraordinario gozo la noticia esperada el martes 19 del presente mes de abril, a las 18h43, hora de Roma, cuando el primer cardenal diácono pronunciaba desde la logia de San Pedro la fórmula consagrada: “Os anuncio una gran alegría. Tenemos Papa; el eminentísimo cardenal Joseph Ratzinger, que ha tomado el nombre de Benedicto XVI”.

Desde aquel instante concluyó la viudez de la Santa Iglesia. Eran las 10h50, hora de Ecuador, cuando se difundió la noticia de la aparición del humo blanco. Aquella hora el mundo católico se apresuró a sintonizar la radio y la televisión para escuchar tan fausta nueva, mientras que los periodistas y fieles presentes en Roma acudían a la Plaza de San Pedro para conocer al nuevo Papa, cuyos nombres estaban ansiosos de saber.

Cuando el cardenal protodiácono, Emmo. Jorge Arturo Medina Estévez, salió al balcón de las bendiciones, los fieles, pletóricos de alegría, gritaban, aplaudían y lloraban otros. Hicieron silencio profundo para oír al Cardenal chileno, quien comenzó a pronunciar el nombre del nuevo Papa, a lo cual siguieron nuevos aplausos, gritos y agitación de banderas de algunos países, entre estas la alemana. Enseguida salió el nuevo Papa exclamando el vocativo: ¡Queridos hermanos!, en italiano, francés, alemán, inglés y español.

Joseph Ratzinger nació en Marktl am Inn, diócesis de Passau, el 16 de abril de 1927. Recibió la ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1951; elegido arzobispo de München und Freising el 24 de marzo de 1977; consagrado el 28 de mayo de ese mismo año.
Paulo VI lo nombró cardenal el 27 de junio de 1997, con el título de la Iglesia suburbicaria de Velletri - Segni.

Fue prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe; presidente de la Pontificia Comisión Bíblica, y de la Comisión Teológica Internacional, el 25 de noviembre de 1981; decano del Colegio Cardenalicio.

En el gobierno de Juan Pablo II el nuevo Papa ha contribuido a mantener el depósito de la fe a través de la Congregación y comisiones arriba anotados, por medio de sus libros, artículos y discursos plenos de ciencia teológica. De familia agraria tuvo que interrumpir sus estudios para verse inmerso en la guerra. Luego continuó sus estudios hasta graduarse de doctor en la teología y filosofía.

Su primera frase antes de impartir la bendición Urbi et Orbi, fue la siguiente: “Después de un gran Papa como Juan Pablo II, los señores cardenales me han elegido a mí, un hombre humilde y trabajador en la viña del Señor”. He aquí el sencillo pensamiento en labios de un sabio Pontífice, como diciendo hay que hablar menos y trabajar más. Oremos por Benedicto XVI y por la Iglesia.