La elección de Benedicto XVI parece indicar un giro del Vaticano hacia la tradición, pero los jóvenes europeos van en la dirección contraria: encuentran la felicidad en la libertad, en disfrutar los frutos de la prosperidad, y se rebelan a los dictados de una institución como la iglesia.
 
El nuevo Papa es un conservador que además carece del carisma de su antecesor Juan Pablo II: qué posibilidades tiene de atraer a la juventud europea?
 
Muy pocas, sostiene Daphne Martin, de 20 años, estudiante en la Universidad de la Sorbona.
 
Como muchos franceses, ha sido bautizada, pero es una católica no practicante. La religión, dice, es un medicamento que puede ser útil para los enfermos, los solitarios, no para ella.
 
En general, los jóvenes no se interesan por la fe. Hay demasiados medios, demasiadas distracciones, demasiadas razones para no ir (a la iglesia), dijo. No creo que el nuevo Papa pueda cambiar nada en ese nivel.
 
En entrevistas en París y otras ciudades, los jóvenes dijeron que la felicidad personal era más importante que la religión y muchos usaron el término   aburrido al referirse a la iglesia.
 
Haz lo que quieras. A cada uno lo suyo, dijo Michael Crepy, de 15 años, un belga de visita en París con su escuela.
 
En mi vida, la salud y el éxito personal son importantes, así como la franqueza personal y la confiabilidad, dijo Claudia Schneider, de 20 años, en Munich, Alemania.
 
Para Meike Offer, una joven protestante de Hamburgo, el credo de hoy es   salud, paz y felicidad personal.
 
La Iglesia Católica sigue recogiendo conversos en regiones pobres como África y Sudamérica, donde los sacerdotes participan de obras humanitarias y el mensaje de salvación en un mundo de ultratumba aún despiertan fuertes ecos.
 
Pero los prósperos europeos consideran que las normas rígidas sobre el divorcio, la anticoncepción y el aborto son insoportablemente anticuadas e invasivas, reliquias morales de la era anterior de la revolución sexual de los 60.
 
La iglesia empezó a perder a la juventud europea en los 60. La pérdida de fieles empezó a disminuir en la última década, pero no se ha producido un regreso al redil, dicen los especialistas. El número de sacerdotes se ha reducido a niveles críticos. En Francia, por cada cura que se ordena, mueren siete.
 
En 10 años casi no quedarán curas menores de 60 años, dijo el sociólogo Yves Lambert. Es un problema para el Vaticano, pero no para los jóvenes.