Una de las figuras más influyentes en el Vaticano y conocido por sus posturas conservadoras, el papa Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, nació en Marktl am Inn, Alemania, 1927, en el seno de una familia bávara tradicional.

Ratzinger debió interrumpir sus estudios al estallar la II Guerra Mundial, durante la cual fue asignado a una unidad antiaérea en Munich como miembro de las juventudes hitlerianas, algo que, según él, fue forzado.

Sus simpatizantes dicen que su experiencia bajo el régimen nazi lo convenció que el Vaticano debía tener una fuerte posición sobre verdad y libertad.

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Tras ser ordenado sacerdote, Ratzinger apoyó el Concilio Vaticano II en la década de los sesenta y su espíritu de convertir a la Iglesia en una institución más abierta.

Pero más tarde, en 1968, siendo profesor en la ciudad alemana de Tubinga, Ratzinger vivió de cerca las protestas estudiantiles y hay quienes dicen que allí se definieron sus posturas ulteriores al erigirse como un defensor de la fe frente al marxismo y el ateísmo creciente de la juventud.

Durante una de sus disertaciones ocurrió un incidente que lo marcó, según un testigo: los alumnos se levantaron y tomaron el micrófono en violación de las normas universitarias, algo que lo irritó.

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El sacerdote bávaro fue nombrado arzobispo de Munich en 1977. Meses después se convirtió en cardenal.

Para sus seguidores, Ratzinger es una persona dotada de un gran intelecto y de un generoso espíritu cristiano, pero sus críticos afirman que es un hombre de temer, porque más bien ha suprimido la discusión y silenciado a los disidentes dentro de la Iglesia, entre ellos  dos teólogos amigos:  su colega, el suizo Hans Küng, que en 1979 fue privado del derecho de enseñar “por cuenta de la Iglesia”, y su alumno en Tubinga, el brasileño Leonardo Boff, que dejó el sacerdocio.

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En 1981, Juan Pablo II optó por Ratzinger para dirigir la Congregación para la Doctrina de la Fe, antes conocida como la Santa Inquisición, donde ha estado 24 años, ganándose la fama de “Gran Inquisidor”, por sus controvertidas decisiones y afirmaciones. Desde allí fue contra la Teología de la Liberación y la figura de sacerdote-político en América Latina.

Durante el papado de Juan Pablo II se transformó en el “cardenal del no”: No al sacerdocio de la mujer. No al matrimonio de los sacerdotes. No a la homosexualidad a la que considera como un mal moral intrínseco. No al comunismo. No al aborto.

Durante la campaña para las últimas elecciones presidenciales en EE.UU. instó a no dar el sacramento de la comunión a los políticos pro aborto.

Por su trabajo fue apodado “ejecutor del Papa”. Para Karol Wojtyla era su “amigo de confianza”.

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Polémicas que ahora volverán fueron afirmaciones suyas como la contenida en el documento “Dominus Jesus”, del año 2000, en el que sostiene que “solo en la Iglesia Católica existe la salvación eterna”.

Crítico con la reforma litúrgica introducida por Paulo VI, se ha mostrado contrario al exceso de “novedades” en las misas que a su juicio, la transforman en un espectáculo.

Más allá de su pensamiento y apariencias, Joseph Ratzinger tiene fama de hombre amable, con sentido del humor y costumbres sencillas.