Quieren aprender, quieren prepararse mejor para cumplir  sus objetivos profesionales, son conscientes de su enorme responsabilidad y quieren asumirla con preparación. Pero de esto no se ve y no se sabe.

Los he visto llegar ávidos de aprender. Llegan apresurados, a veces sin almorzar, pues recién terminaron su jornada de trabajo.

Desempeñan su tarea, generalmente, en ambientes inadecuados, poco funcionales, sin los materiales básicos y hasta en la insalubridad.

Ganan poco, muy poco. Pasan apuros para mantener a su familia. Es difícil que tengan dinero para ir al cine y para comprar libros y, sin embargo, la sociedad espera de ellos que estén al día en los conocimientos relacionados con su profesión y en las expresiones de la cultura.

No solo padecen de un bajo reconocimiento salarial, sino que también carecen de reconocimiento social.

Se olvida que todos: los médicos, los abogados, los ingenieros, los economistas, los arquitectos, los biólogos, los tecnólogos, las enfermeras, los periodistas, los políticos, los jueces, los empresarios, los hombres y las mujeres de la nación, recibieron de ellos los primeros conocimientos y muchas de las primeras nociones de lo que es la convivencia social.

Solo se vuelven notorios cuando alguno viola las normas legales o los principios éticos. O cuando algunos de ellos asumen actitudes de hecho que perturban el orden público, para reclamar un mejor reconocimiento salarial. Entonces se generaliza y se los critica.

Y sin embargo, la mayoría, están allí, día tras día. Algunos deben levantarse a las cinco de la mañana para llegar a recintos lejanos, otros llegan a su lugar de trabajo pisando lodo o tragando polvo, para tratar de suplir las carencias con ingenio.

Y a pesar de todo, los he visto llegar cansados pero entusiastas ante todas las ofertas de capacitación. A veces llegan desde cantones, parroquias, recintos vecinos, aunque hayan tenido que madrugar y no hayan tenido tiempo para desayunar.

Quieren aprender, quieren prepararse mejor para cumplir sus objetivos profesionales, son conscientes de su enorme responsabilidad y quieren asumirla con preparación. Pero de esto no se ve y no se sabe. La sociedad sigue exigiéndoles sin darles ni reconocimiento económico, ni reconocimiento social.

Son los maestros, de cuyo trabajo depende el futuro aunque no nos demos cuenta.