La Av. Víctor E. Estrada, el parque, la iglesia ‘Redonda’, marcan referentes que rebasan los límites de esta ciudadela.

La historia del crecimiento urbanístico del norte de Guayaquil tiene mucha relación con la creación de la Urbanizadora del Salado.

A mediados de la década de los cincuenta, esa empresa comenzó a comercializar los solares y viviendas en terrenos de lo que, hasta esa fecha, se conocía como hacienda Mapasingue.

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Producto de ese plan habitacional es la ciudadela Urdesa, la primera de la zona norte.

Era 1955 y en los diarios de circulación local se observaban los avisos que promocionaban el nuevo espacio que se presentaba como un lugar de residencia exclusivo.

Los recuerdos de los primeros habitantes de Urdesa recrean un panorama que contrasta con la situación actual del sector.

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“El único acceso era una especie de puente que había en lo que ahora es la avenida Kennedy, flores de colores decoraban el camino, era una belleza, el agua del Salado era transparente”, cuenta Martha Béjar, quien llegó al lugar en 1958, a los 18 años.

Pero el tiempo pasa y cambia muchas cosas. Poco a poco la ciudadela empezó a poblarse, la aparición de negocios en la avenida Víctor Emilio Estrada, la principal del sector, fue en aumento y la denominación de zona residencial exclusiva empezó a perderse.

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“Ya la mayoría de los fundadores ya no está, ya vendieron sus casas y se fueron a lugares más tranquilos”, dice Gilberto Román, una de las pocas personas que viven en la vía principal de Urdesa.

Él recuerda como esa calle se convirtió en un divertido centro de reunión de decenas de jóvenes, durante las noches, en los años 80 y 90. 

Quienes residen en la ciudadela desde hace más de 30 años no se quejan de la transformación de la zona. “Descontando las molestias provocadas por el ruido, creo que incluso nos ha beneficiado, en parte, por la facilidad de hallar en cualquier lugar lo que se necesita”, dice Ana Barcia.

“En Urdesa se encuentra casi de todo: hay bancos, restaurantes, librerías, centros médicos, boutiques, lo único que falta es un cine. Es como el corazón comercial del norte”, opina Carla Rosero, de 20 años, residente en Urdesa de toda su vida.

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Sin embargo, los habitantes reconocen que actualmente en Urdesa son comunes los problemas ocasionados por los delincuentes. Según dicen, a eso se suman los inconvenientes en el tránsito y las fallas en los sistemas de iluminación, agua potable y alcantarillado sanitario y pluvial.