El norteamericano de 47 años, con el rostro desfigurado por las múltiples operaciones y que blanqueó su piel, está siendo enjuiciado en California, Estados Unidos, por abuso sexual al niño Gavin, de 13 años de edad.

Dicho enjuiciamiento debería serlo también por la infinidad de delitos de esta clase, denunciados por la prensa. Es irónico que a pesar del testimonio del chico, se declare inocente en medio de las protestas de las madres de otros niños abusados que acudieron a la Corte a clamar justicia.

Jackson deberá responder por lo menos a diez cargos, pero según los diarios, pagó $ 20 millones a los padres de cada niño abusado, $ 5 millones al abogado encargado del caso, y había cancelado una fianza de $ 3 millones para alcanzar su libertad, ¿a quién?, no lo sabemos; pero lo hizo  ante la inminencia de una condena de por lo menos 20 años de prisión por cada uno de los cargos por los que es acusado.

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Los diarios refirieron que el niño “fue drogado antes de ser abusado” en el rancho Neverland, al que inquietaba a los niños a visitarlo con su parque de diversiones, y para regalarles golosinas y luego meterlos a su cama.

Gavin soñaba con conocer al artista. No solo alcanzó su anhelo sino que su familia entabló lazos de amistad con este individuo.

Como se podrá deducir, el pago de la fianza es un duro mentís de su inocencia, pues se afirma que por lo menos ha abusado de ocho o diez menores más, y para librarse de futuras condenas ha pensado salir de Estados Unidos, para residir posiblemente en Suiza.

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Individuos como Jackson son un gran peligro para los niños donde él se encuentre. Este no tuvo compasión del grave estado de salud de Gavin, sino que en sus relaciones con los niños les enseñaba prácticas sexuales que debían, a su juicio, realizar. Anhelamos vivamente que la justicia norteamericana sancione esto y limpie su sociedad, para que quede un precedente para su país y resto del mundo. Esta clase de aberración, con mayor precisión prácticas pedófilas y explotación sexual a menores, también se da en Ecuador. Los niños además de ser amados entrañablemente, tienen que ser respetados en sus derechos.

Lcda. Inés Salvador Guillén
Quito