El alcalde Moncayo, en un arrebato inútil, ha convocado a los militares a romper con el presidente Gutiérrez.

El arrebato político de un General les cayó a los militares como anillo al dedo.

Le ha dado la ocasión, al Ministro de Defensa, en su condición de subalterno político del régimen, y militar al mismo tiempo, de responder en comparsa con todo el alto mando.

Y lo ha hecho con un gesto de desmemoria y un exceso de fidelidad.

La desmemoria, en cuanto ha rechazado la insinuación de Moncayo afirmando que las Fuerzas Armadas no quieren repetir los errores del pasado. ¿Se refería acaso al golpe de Estado del 21 de enero, punto de partida de la carrera política del actual Presidente y, por tanto, Jefe de las Fuerzas Armadas?

Y exceso de fidelidad, porque lejos de quedarse en el rechazo, arremetió contra Moncayo, tomando partido en la actual disputa política.

En síntesis, el Ministro de Defensa y la cúpula militar vuelven a buscar la coyuntura de crisis, para intentar ejercer el papel de intermediarios en los conflictos civiles, esta vez en apoyo a uno de los suyos: Lucio Gutiérrez.

Y su papel de garantizadores de la democracia se torna en estos momentos en el de sustentadores de la disolución institucional. Y aquello,  por un “espíritu de cuerpo”, tan lamentable a lo largo de décadas de historia, desde que comenzaron a actuar institucionalmente en las crisis políticas del siglo XX.

Lo que ocurre con las Fuerzas Armadas en estos momentos es parte de este escenario de incertidumbres, de verdades a medias y desembozadas mentiras.

Luego de precipitados cambios de mando, han quedado a la cabeza los hombres de Gutiérrez, encargados de disfrazar en cada momento difícil del Mandatario, con un discurso de fidelidad a la democracia, su agradecimiento debido a quien les puso donde están. Desde allí, proclaman cada cierto tiempo su fidelidad a medias a la democracia.

También hemos confirmado en las últimas horas algo que nuestros militares se negaban a reconocer. Se suponía, por declaraciones oficiales, que los refuerzos militares en la frontera norte no significaban ninguna participación del Ecuador en la guerra civil colombiana. Sin embargo, el Jefe del Comando Conjunto de los Estados Unidos nos acaba de revelar que el régimen de Gutiérrez está comprometido con la estrategia militar ejecutada por su país y el gobierno de Álvaro Uribe. Richard Myers le ha felicitado y agradecido al gobierno de Gutiérrez por su irrestricto apoyo al combate contra los insurgentes. Y nadie ha salido a responderle. ¿En qué quedamos? ¿Por qué no hay un desmentido al exceso de franqueza del General norteamericano? ¿Otorga el que calla? ¿O vamos a escuchar nuevamente el sonsonete zoquete de que las declaraciones de Myers han sido mal interpretadas, “sacadas de contexto”?

Y como ya se ha vuelto costumbre en el oscuro ejercicio de las complicidades, este jefe militar norteamericano desembarca en el Ecuador en la hora precisa, para decir dos cosas: que Estados Unidos apoya la democracia y que agradece al gobierno de Gutiérrez por sus actos.

Ergo: que detrás del apoyo a la democracia, está el apoyo militar al aliado incondicional.

Finalmente, los gestos ambiguos son patrimonio militar.