Horacio Casarín, el primer gran ídolo del fútbol mexicano, fue despedido ayer por decenas de futbolistas, hinchas y familiares, que dieron un respetuoso adiós al ex jugador, fallecido el domingo pasado.

“Casarín fue el más grande de todos nosotros”, dijo Enrique Borja (ex jugador de los Pumas, América y México en Inglaterra 1966 y México 1970), otra de las figuras más notables del fútbol del país, quien estuvo presente en los funerales del ex atacante que marcó 174 goles en la liga local (con Necaxa y Atlante) y 15 con la selección azteca, en la cual estuvo en el Mundial de Brasil 1950.

Jorge Romo, compañero de Casarín en la selección mexicana que enfrentó al Real Madrid en 1949, calificó a Horacio como “un aristócrata del fútbol”, por su elegancia y habilidad.

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Casarín falleció a los 87 años como consecuencia del mal de Alzheimer que padeció en los últimos años.

El estadio incendiado
Calificado por compañeros de equipo y rivales como un caballero en el terreno, Casarín despertó pasiones en el fútbol mexicano y prueba de ello fue que en 1939 varios hinchas incendiaron un estadio, como protesta de una lesión que sufrió por una falta de un contrario.

“Él nos hizo soñar y hoy tenía que estar aquí para decirle adiós”, indicó a los medios un hombre que llegó a los funerales con la camiseta del club Atlante.