El pueblo espera ver pasar al buque del Obispo. Son las 05h30 y Santiago Nasar se alista para el acontecimiento.
La lluvia cae como en su sueño. El ruedo está listo en el escenario del Teatro Sucre de Quito y su muerte es inminente, desde el inicio de la representación.

El pasado sábado desde las 20h35, se presentó la obra de teatro Crónica de una muerte anunciada, basada en la novela de Gabriel García Márquez, dirigida por Jorge Alí Triana y presentada en Ecuador por la compañía del Teatro Nacional de Colombia.

Antes de las 05h00, los hermanos Vicario buscan a Santiago para matarlo, ya van de luto, pero sus camisas son rojas. Ellos quieren vengarse por el honor perdido de su hermana Ángela. Hace poco su marido Bayardo San Román la devolvió  a la casa materna porque no era virgen.

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La adaptación  mantiene la estructura de la novela de García Márquez. Los hechos son contados cronológicamente y cada personaje dice parte de su versión. La muerte llega una y otra vez, como si todos la hubieran provocado.

A las 05h25, la luz es tenue en el ruedo de la plaza de toros. Entrecruzadas, dos  banderas de Colombia reposan sobre el escenario. En toda la obra, Santiago no ha podido salir del ruedo, como si los mismos principios morales del pueblo lo hubieran encerrado. “Ha muerto sin saber por qué”, dice María Alejandrina, quien, como todos, supo que lo iban a matar y no hizo nada.

El lenguaje coloquial, la realidad mágica, sumados a la ironía son los elementos sobre los que se construye el guión de Crónica de una muerte anunciada. Más de 15 personajes intervienen en la representación, donde la música y el vestuario crean la atmósfera de la Colombia rural.

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A las 21h48, las luces se han apagado de repente, la obra culmina y los primeros aplausos contagian al público de la capital. Hace poco Santiago Nasar sostenía sus propias vísceras y caía en la cocina de su casa. Su sonrisa se confundía con los gritos de su madre, mientras el buque del Obispo pasaba de largo, sin que regresara a ver.