El sucesor de Juan Pablo II, el 265º Papa de la historia, tendrá varias opciones para elegir el nombre que usará durante su pontificado, que puede ser el de uno de sus antecesores, de un santo o su nombre de pila latinizado.

Juan Pablo I, elegido en 1978 y cuyo pontificado duró solo 33 días, fue el primero que optó por un doble nombre, expresando su apego a la herencia  dejada por los papas Juan XXIII y Pablo VI.

Juan Pablo II, quien le sucedió dijo en su primera encíclica Redemptor hominis que lo hacía para retomar el corto pontificado de su antecesor. Juan XXIII eligió el nombre de su padre.

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Originalmente, los papas mantenían su nombre de bautismo. La costumbre cambió en 996 cuando Gregorio V renunció al suyo, Bruno. Ciento treinta y uno de sus 133 sucesores hicieron lo mismo, entre ellos el polaco Karol Wojtyla.

Antes del siglo X, solo 6 papas habían cambiado su nombre por razones diversas.
La primera excepción fue Juan II en 533. Bautizado Mercurio, no  deseaba llevar el nombre de un dios pagano.

Desde el galileo Simón-Pedro, el primer Papa muerto como mártir en el año 64 después de Jesucristo, ningún papa se atrevió a llevar el nombre de Pedro. Juan XIV (983) y Sergio IV (1009), que se llamaban así no rompieron este tabú.

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El primer nombre que fue elegido varias veces fue el de Sixto. Los nombres adoptados más a menudo fueron Juan (21), Gregorio (16),  Clemente y Benito (14), León e Inocencio (13) y Pío (12). Si se repiten los nombres se clasifican con cifras romanas.