Por sus rasgos físicos, familiares y amigos ven un parentesco con el recién fallecido papa Juan Pablo II.

Su figura la delata. Sus ojos azules, la rosada tez de su rostro y cuando junta sus labios en una sonrisa, el parecido de Sonia Wierdak con el papa Juan Pablo II es más evidente.

Su fiel semejanza con la figura del reciente fallecido representante de la Iglesia Católica se difundió hace 20 años cuando el Sumo Pontífice pisó tierra ecuatoriana y ella, -la única habitante de ascendencia polaca católica en la ciudad  fue la encargada de recibirlo en representación de los polacos.

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Veinte años después los recuerdos de la visita están aún frescos en la memoria de Sonia. Ahora tiene 60 años, su rostro no ha cambiado desde que tenía 40 y conoció por primera vez al Papa. Sobre un sofá blanco en la sala de su domicilio en el barrio del Centenario, se acomoda y con esa sonrisa permanente evoca aquellos felices días.

Mientras el Pontífice estuvo en Guayaquil, Sonia tuvo dos oportunidades de estar junto al Papa, una de ellas en el Palacio Arzobispal. “Me habló en polaco y le dije Su Santidad soy ecuatoriana, entonces me sonrío, habló en español y me dijo: tú eres quien se parece a mí y me bendijo”.

“Me dicen que soy la sobrina del Papa, pero que yo sepa en realidad no tengo ningún parentesco”, expresa con sencillez, aunque reconoce que las múltiples comparaciones con el Pontífice le inquietan y le despiertan curiosidad.

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Su padre Antonio Wierdak Krezyalek nació en la población de Krosno, ubicada apenas a 10 km de Wadowice, lugar donde vio la luz del mundo Carol Wojtyla, quien 58 años más tarde fue elegido como el sucesor del apóstol Pedro en el Vaticano.

Antonio Wierdak llegó al país en 1930 como un experto minero contratado por la compañía Anglo; contrajo matrimonio con Ana Feraud con quien procreó tres hijos, de los cuales solo Sonia sobrevive. Bronislaw falleció en un accidente de tránsito 20 días después de la visita del Papa y dos años más tarde, Mario el mayor de los tres murió producto de un infarto.

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Para Sonia el primer encuentro con el Papa fue una experiencia que le resulta difícil describir. “Fue algo sobrenatural que marcó mi vida, no podía contener mi emoción y no dejaba de llorar. Sentí que Dios me dio una oportunidad para seguir mi vida hacia la obra social”.

Recuerda que por 1960 impulsada por su madre llevaba  al artista de música nacional, Héctor Jaramillo con la ayuda de su abuelo  JD Feraud Guzmán a los asilos de ancianos en donde bailaba con ellos.  “Esa obra continué y la fortalecí como un agradecimiento a Dios  por las bendiciones que me dio”.

Pero la felicidad de Sonia se repitió y gracias a su amigo polaco Walter Shakaraswisky, a quien conoció cuando trabajó durante diez años en la compañía de aerolíneas alemana Lufthansa, se integró a la Fundación Juan Pablo II con sede en el Vaticano, en la Casa Polaca.

Fue en octubre de 1998 cuando por invitación de la Fundación viajó al Vaticano para participar en la celebración de aniversario de los 20 años de pontificado del santo padre Juan Pablo II.

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Fueron cuatro días inolvidables y Sonia pudo conocer más al Pontífice.

“Hubo una cena adonde asistieron unos 300 polacos para celebrar a “su” Papa. No hubo formalismos ni protocolos, el Papa estaba en su mundo, con su gente, su idioma, sus tradiciones, su música y su comida. Nos tomamos las manos, hicimos una ronda y bailamos con él. Estaba sorprendida de verlo. No podía creer lo que estaba viviendo”.

Junto a otros polacos, Sonia fue recibida en audiencia al siguiente día en el Vaticano. “Le dije Su Santidad, me recuerda, soy de Ecuador y me contestó: de Quito, Latacunga, Guayaquil o Cuenca. Me quedé impresionada de la lucidez y su memoria. Quería abrazarlo, pero el tiempo tan corto y el protocolo me lo impidieron, fue la última vez que lo vi y sentí en persona”.