Bush y otros dirigentes del mundo que  llegaron en tropel a Roma podrían rendirle un verdadero homenaje al Papa si se reuniesen allá para establecer una fuerza de protección contra el genocidio en Darfur.

El presidente George W. Bush y otros líderes del mundo le están rindiendo homenaje a Juan Pablo II en una forma que no interpreta en lo más mínimo su mensaje. No le rendiremos tributo con banderas a media asta y enviando una gran delegación presidencial a su funeral si, al mismo tiempo, desviamos la mirada del genocidio que se desarrolla en estos momentos en Darfur (Sudán).

El mensaje del ministerio del Papa tenía que ver con hacerle frente al mal, no con llevar a cabo majestuosos funerales.

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“A lo largo de Occidente, la declaración de Juan Pablo nos recordó nuestra obligación de construir una cultura de la vida en la cual los fuertes protegen a los débiles”, dijo Bush. Bien, ¿qué hay de ese recordatorio? ¿Qué tipo de “cultura de la vida” es la que nos permite encogernos de hombros a medida que soldados sudaneses apilan niños sobre hogueras?

Los estimados más recientes, por parte del gobierno británico y otros, son que 300.000 personas o más han muerto hasta ahora en Darfur. Bush ha calificado directamente esta matanza como “genocidio”, pero ha usado esa etiqueta no para provocar una acción, sino para sustituirla.

En fechas recientes las autoridades de Sudán han estado agregando un nuevo giro a sus crímenes en contra de la Humanidad: están arrestando a niñas y mujeres que han quedado embarazadas debido a las violaciones tumultuarias por parte de soldados sudaneses e integrantes de milicias.

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Médicos Sin Fronteras emitió un informe el mes pasado acerca de Darfur, el cual citó las palabras de una adolescente de 16 años de edad diciendo:

“Yo estaba recogiendo leña para mi familia cuando tres hombres armados, que venían a camello, llegaron y me rodearon. Me sometieron, ataron mis manos y me violaron, uno después del otro. Cuando llegué a casa, le dije a mi familia lo ocurrido.

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“Me corrieron de la casa y tuve que construir mi propia choza lejos. Yo estaba comprometida con un hombre y en verdad esperaba con impaciencia el día de mi matrimonio.
Pero después que me violaron, él ya no se quiso casar conmigo y rompió el compromiso, alegando que yo había sido mancillada y arruinada.

“Cuando tenía ocho meses de embarazo a raíz de la violación, agentes policiales llegaron a mi choza y me obligaron con sus armas a ir a la estación de policía. Me formularon varias preguntas, así que les informé que había sido violada. Me dijeron que como yo no estaba casada, tendría a este bebé de manera ilegal.

“Me azotaron con un látigo sobre el pecho y la espalda, para luego encarcelarme”.

El informe citaba a otra joven, de 17 años de edad, que fue objeto de una violación tumultuaria y después la encerraron dentro de su choza, a la cual le prendieron fuego. Logró escapar, pero sufrió muchas quemaduras.

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Juan Pablo deseaba que los líderes del mundo mostraran compasión hacia el sufrimiento de personas como estas jovencitas, no hacia papas muertos. Bush y otros dirigentes del mundo que llegaron en tropel a Roma podrían rendirle un verdadero homenaje al Papa si se reuniesen allá para establecer una fuerza de protección contra el genocidio en Darfur.

El presidente Bush ya dio su respaldo a un esfuerzo de ayuda humanitaria. Pero incluso los organismos de ayuda hacen énfasis en que lo más necesario es una fuerza de seguridad para detener la masacre.

“Estamos orgullosos de lo que hacemos”, dijo Kenny Gluck, director de operaciones para Médicos Sin Fronteras con sede en Holanda. “Sin embargo, se han quemado aldeas, se han destruido cultivos, se han envenenado pozos, las mujeres han sido violadas, torturadas y asesinadas, y ellos acuden a nosotros, y les damos 2.100 calorías al día”.
El esfuerzo humanitario está sosteniendo a las víctimas para que puedan ser asesinadas con el estómago lleno, opina Gluck.

No estoy proponiendo que enviemos tropas terrestres de Estados Unidos. Sin embargo, una mayor fuerza africana y de Naciones Unidas, con apoyo logístico por parte de Estados Unidos, hace falta de manera urgente.

Si existe una lección a partir del papado de Juan Pablo II, es el poder de la fuerza moral. El Papa no dirigía tropas, pero destacaba principios. Y es hipócrita de nuestra parte pretender que lo honramos al bajar nuestras banderas a media asta, al tiempo que desplegamos de manera simultánea una indiferencia amoral ante el genocidio.