Carlos pasó de la fastuosidad en su unión con Diana, en julio de 1981, a una ceremonia simple en una sala del ayuntamiento en Windsor para casarse con Camilla.

De protagonizar la boda del siglo en 1981 con la joven y adorada Diana de Gales, el príncipe Carlos de Inglaterra se casa hoy en segundas nupcias en una discreta sala de ayuntamiento con la impopular Camilla Parker Bowles.

Esta vez, al enlace real le van a faltar los fuegos artificiales, el paseo en carroza y el delirio del millón de curiosos en las calles de Londres que el 29 de julio de 1981 se rindieron ante una veinteañera radiante como Diana, fallecida en 1997.

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Carlos de Inglaterra y Lady Di se casaron en la imponente catedral de San Pablo, ante el jolgorio de los súbditos británicos, el entusiasmo de los miembros de la familia real –incluida la reina Isabel II– y la mirada de 750 millones de telespectadores.

La boda de hoy será diferente. Será en el distrito de Windsor, en una sala del ayuntamiento que ni siquiera es la más amplia y ante 23 personas. En 1981, en la catedral de San Pablo, unos 3.000 invitados, entre aristócratas y personalidades como la entonces primera dama de Estados Unidos, Nancy Reagan, acompañaron a los novios al altar, en un día declarado fiesta nacional en el Reino Unido.
 
Tras la ceremonia religiosa, ya como marido y mujer, Carlos, de 32 años, y Diana, de 20, se subieron a una carroza tirada por caballos, abriéndose paso hacia al palacio de Buckingham, donde tuvo lugar el banquete nupcial.

Fue ese el momento que pasó a la historia: la imagen de los dos jóvenes que se creían enamorados en un carruaje, bajo el cielo azul y entre miles de seguidores, copó al día siguiente las portadas de la prensa de todo el mundo.

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De esa pomposidad, ahora no queda casi nada. Ahora será una sencilla ceremonia de 20 minutos, programada antes de otros tres enlaces y sin cámaras de televisión.

La ocasión tampoco se presta para que Camilla vaya vestida de blanco y, en cualquier caso, la ropa que elija nada tendrá que ver con el largo vestido de boda de seda marfil que llevó Diana de Gales para su enlace.

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El poco interés por la boda de hoy llega al punto de que  tres de cada diez ciudadanos seguirá el acontecimiento por televisión, según encuestas.