La llamada “dieta mediterránea”, recomendada por los médicos, prolonga la vida de las personas al menos en un año como media, según un estudio publicado por el British Medical Journal.

Ese régimen, rico en frutas, hortalizas y legumbres y pobre, en cambio, en carne y productos lácteos, acompañado de uno o dos vasos de buen vino al día y con el aderezo del aceite de oliva, ha sido objeto de un estudio conjunto en nueve países.

Entre 1992 y 2000, los investigadores estudiaron periódicamente la dieta, las costumbres y la salud de medio millón de voluntarios en 23 centros médicos de Alemania, Dinamarca, Francia, Italia, España, Grecia, Holanda, Suecia y Gran Bretaña.

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Los métodos utilizados fueron más rigurosos que los de otros estudios similares ya que se tomó nota cuidadosamente de los alimentos ingeridos por los participantes.

Un equipo dirigido por Antonia Trichopolou, de la Universidad de Atenas, identificó a 74.607 hombres y mujeres de más de 60 años de esa base de datos.

En el momento de comenzarse el estudio, todos ellos gozaban de buena salud, no mostraban síntomas de enfermedad cardíaca o cáncer.

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Los investigadores siguieron sus vidas por un período de siete años, al cabo del cual 4.047 de ellos habían muerto.

Entonces compararon los índices de mortandad de los participantes con las dietas que habían seguido. Se estableció una escala de nueve puntos, cuyo extremo superior representaba la máxima adherencia a la dieta mediterránea.

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El resultado fue que cada dos puntos que los participantes subían en la escala, el índice de mortandad bajaba un 8%, tres puntos correspondían a un descenso del 11% y cuatro puntos, a un 14%.

El efecto es sobre todo patente en Grecia y España, países donde se sospecha que la dieta es la que más se ajusta a la ideal mediterránea.

En los países nórdicos, donde no se utiliza tanto el aceite de oliva, los investigadores utilizaron otra medida del consumo de grasa y pusieron fuerte acento en las grasas polinosaturadas, lo que han bautizado como “dieta mediterránea modificada”.

En estos países, los que se adhirieron lo más posible a esa dieta, similar a la mediterránea, tuvieron un índice de mortandad un veinte por ciento inferior a los que más se apartaron de ella.

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