El fallecimiento de Karol Wojtyla, papa Juan Pablo II, ha causado gran conmoción en el mundo.

Viajero como pocos –realizó 104 giras apostólicas en 129 naciones– e influyente en los campos espirituales y políticos del siglo XX, el Papa fallecido constituye un referente para la Iglesia Católica Romana y los católicos de los cinco continentes –más de mil cien millones de personas– que vieron en él un auténtico pastor, un líder indiscutido y un político de Dios en tiempos difíciles.

Dueño de un carisma excepcional, Juan Pablo II tuvo la valentía de pedir perdón por los pecados pasados de la Iglesia –entre ellos, el trato a los judíos, los herejes, las mujeres y las minorías–, que crearon, de acuerdo a las circunstancias, anticuerpos y reacciones negativas que supervivieron a través de los siglos.

Fue, asimismo, un opositor a las guerras en todas las regiones del orbe, y aunque no recibió el Premio Nobel de la Paz, fue un negociador ejemplar e incansable que incidió, según los expertos, en la caída del sistema comunista sin derramamiento de sangre.

Su condición de ciudadano polaco, la fuerza de su palabra y su personalidad universal confluyeron para que creyentes y no creyentes reconocieran en él un conductor aferrado al Evangelio y a las tradiciones de la Iglesia Católica, por lo cual fue alabado y criticado, luego del sacudón que produjo en las estructuras eclesiales las reformas planteadas por el Concilio Ecuménico II.

No vaciló, por ejemplo, en mantener la posición tradicional de la Iglesia sobre temas tan controversiales como el aborto, el control de la natalidad, el matrimonio entre homosexuales y el divorcio; también descalificó la pena de muerte (prueba de ello fue el perdón a su agresor confeso, un turco llamado Alí Agca) y fue firme en cuestiones relacionadas con el celibato y el papel de las mujeres en la Iglesia. Pero fue amplio y generoso con los jóvenes y luchó por la causa de los pobres y excluidos del mundo.

Escribió 14 encíclicas, tres de las cuales se refirieron a temas sociales, 44 cartas apostólicas, 5 libros y promulgó un nuevo catecismo –el primero en casi cinco siglos–, añadió el rezo de un nuevo misterio –el de la Luz– al rosario, estableció puentes con religiones no cristianas y beatificó a la Madre Teresa de Calcuta y a miles de religiosos y laicos, como nunca antes en la historia.

El 16 de octubre de 1978, Karol Wojtyla fue elegido Papa y se constituyó en el primer Pontífice no italiano en cuatro siglos. Moderno y conservador a la vez, el Papa demostró desde entonces un gran carisma, un dinamismo incomparable y una bondad a toda prueba. Pese a sus continuos problemas de salud, el Papa se convirtió, con la ayuda de la mediática, en un ciudadano universal, en un político de Dios y en un diplomático que entendió al mundo y a su época al término de la Guerra fría y el comienzo de la globalización.

El Santo Padre murió a las 21:37 (19:37 GMT) en su apartamento privado, el sábado 2 de abril de 2005. Enterrado junto a San Pedro, el Papa de la paz inició la senda de la inmortalidad.