Felicia (nombre protegido) una doctora en química y farmacia de 36 años, está casada y es madre de tres hijos. Uno de ellos tiene parálisis cerebral, y esto impide que ella pueda acceder a un trabajo.

Ella narra cómo transcurre uno de sus días como madre diferente:

“Me levanto a las seis de la mañana, a prepararle el desayuno a mi familia.

Publicidad

Betina tiene 14 años aunque no lo demuestra, no puede hablar, ni vestirse sola, come solo licuados y pesa 70 libras.

Para mí, mi vida ha sido difícil y dolorosa.

Rosita, la empleada que trabaja en casa, llega a las 8 de la mañana.

Publicidad

Cuando mis hijos se van a la escuela desayuno rápido para atender a Betina.

Ella nació así porque se pasó el tiempo del parto y se asfixió al nacer. 

Publicidad

En las mañanas la baño, le cambio los pañales, le doy sus medicinas y la visto.

Cerca de las 09h30 tomo un taxi y la llevo a sus terapias.

En el centro de terapias espero hasta que nos atiendan. Es muy triste cuando escucho a mi hija hacer los ejercicios porque creo que le duele.

Luego la llevo a terapia de lenguaje. En ese momento me voy a pagar el agua, la luz o hacer otro trámite. Cuando llego me espera con una sonrisa. Cargo a Betina y tomamos otro taxi para regresar a la casa. En el camino pienso en lo difícil que es la vida.

Publicidad

A las 14h00 llegan mis hijos de la escuela.

Luego acuesto a Betina en su cama y ayudo a hacer las tareas a mis hijos, quienes piensan que mi atención es solo para Betina pero no es cierto. Mientras ellos ven televisión repito la terapia con Betina.

A las 19h00 llega mi esposo y comemos todos. Luego descansan. Yo atiendo a Betina y la preparo para dormir, los demás duermen, yo me acuesto con ella por si convulsiona o le pasa algo. Al día siguiente, me levanto a la misma hora, la misma rutina, y digo: ojalá que hoy sí me alcance el tiempo”.