La pareja se conoció hace 35 años durante un partido de polo en Windsor. Aunque tuvieron sus compromisos matrimoniales, nunca dejaron de verse.

Pese a los contratiempos y un escaso apoyo popular, nadie duda de que la boda del príncipe Carlos y Camilla Parker Bowles supone el triunfo de un amor que ha sobrevivido más de treinta años a todo tipo de presiones.
 
Carlos, de 56 años, y Camilla, de 57, se casarán este sábado por lo civil en el ayuntamiento de Windsor (afueras de Londres), un final aparentemente feliz para una historia marcada durante años por el fantasma de la difunta princesa Diana de Gales, ex esposa del príncipe.
 
El largo camino hacia el altar empezó en 1970, cuando un joven Carlos de 22 años fue cautivado por una tal Camilla Shand, de una familia de alta alcurnia que se codeaba con la realeza, en un partido de polo en Windsor.
 
Dos años más tarde, los dos jóvenes se enamoraron. El heredero al trono, según su biógrafo oficial, Jonathan Dimbleby, se quedó prendado de Camilla “con toda la intensidad del primer amor” y ella se convirtió en “la amistad más íntima de su vida”.

Pero la aventura amorosa de los entonces dos veinteañeros se truncó en diciembre de 1972, cuando el príncipe embarcó en un buque de la Armada británica.

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En julio de 1973, Camilla se casó con un antiguo novio, el oficial de caballería Andrew Parker Bowles, con quien tuvo dos hijos, Tom y Laura. Camilla se divorció en 1995.

Aunque ella estaba casada, el amor no se había apagado entre Carlos y Camilla. Como curiosidad ella ayudó al príncipe a escoger como esposa a Diana Spencer, con quien se casó el 29 de julio de 1982.

Sin embargo, el príncipe siguió frecuentando a Camilla.

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Tras el nacimiento de los príncipes Guillermo (1982) y Enrique (1984), la sensación de crisis en el matrimonio real empezó a palparse en los diarios sensacionalistas británicos.

La alarmas sonaron en 1992 con la bomba informativa del llamado “Camillagate”, la transcripción de una conversación telefónica muy íntima entre Carlos y Camilla, filtrada posiblemente por el espionaje británico.

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La comprometedora cinta fue ‘la gota que colmó el vaso’, y en diciembre de 1992, el entonces primer ministro británico, John Major, anunció que el príncipe y Lady Di habían acordado una separación ‘amigable’.

Isabel II, harta de un escándalo que hizo temblar los pilares de la monarquía, exigió a su hijo el divorcio, formalizado en 1996.

La muerte de Diana en un accidente automovilístico de 1997 en París reforzó la imagen de Camilla como villana y culpable del fracaso matrimonial.
 
Carlos y Camilla reaparecieron en público en 1998, cuando fueron a una fiesta de cumpleaños en el Hotel Ritz de Londres, aunque la Reina no reconoció a su futura nuera hasta 2000, cuando la invitó a una fiesta en honor del rey Constantino de Grecia.
 
Después, se sucedieron el primer beso en público de la pareja (2001), la presencia de Camilla, por primera vez, en las cuentas oficiales del príncipe y finalmente el anuncio de su boda el pasado febrero.

Mañana, Carlos y Camilla cumplirán el sueño de su vida en el ayuntamiento de Windsor, no muy lejos de aquel club de polo donde se produjo el ‘flechazo’, hace ya treinta y cinco largos años.

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