La actitud asumida por la minoría del Congreso es la de estar empecinada, a toda costa, de reivindicar y recuperar los tres poderes: Corte Suprema, Tribunal Constitucional y Tribunal Electoral, más que todo la Corte Suprema, a la cual tuvieron en sus manos por muchos años y les sirvió para atemorizar, callar y destrozar a sus enemigos políticos.

Jamás se imaginaron sufrir tremenda derrota, y ahora que les resulta imposible concretar una nueva mayoría en el Congreso, proponen soluciones y replantean métodos ilógicos que rayan en sus afanes y ambiciones desmedidas.

Durante la vida republicana de este país no se ha visto jamás en el Congreso esta clase de discusiones internas, eran otras épocas donde verdaderamente se legislaba y llegaba siempre a un acuerdo, pero lo que los ecuatorianos recibimos “como el pan nuestro de cada día” es levantarnos, prender la radio, leer el periódico y ver en la televisión, otro día de circo más en el Congreso, causando rabia e impotencia a quienes los elegimos, el pueblo.

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Basta ya, esto tiene que cambiar y de raíz. La consulta o plebiscito debe estar apuntada no solo a una aspiración del pueblo que es sanear las cortes, sino cesar al Congreso íntegramente y revocar el mandato del Presidente de la República, encargar y nombrar un presidente interino por un año y luego convocar a elecciones; pero, durante ese plazo, lo elemental es enmendar la Constitución en lo atinente a los requisitos morales, éticos e intelectuales de quienes deben conformar y aspirar al Congreso, a la función jurisdiccional y al Poder Ejecutivo.

Esta enmienda estará a cargo de una Asamblea Constituyente formada no por personajes, como la pasada Asamblea donde metieron mano todos los partidos y la reformaron a su antojo. Tienen que estar verdaderos juristas constitucionalistas, versados en la materia, que enmienden y pongan orden jurídico al país mediante un reforma sesuda que dure por muchos años, sin favorecer a nadie más que al pueblo que espera cambios, vía Constitución.

Para salir de la miseria, de las necesidades prioritarias en materia de salud, seguridad nacional, seguridad jurídica, vivienda, empleo, agricultura y el sistema jurisdiccional, tiene que haber una verdadera reforma constitucional revolucionaria, que nos devuelva nuestra identidad de ecuatorianos tan alicaída y menospreciada, ante la mirada de las demás naciones del mundo.

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Ab. Julio César Rolando Samaniego
Guayaquil

Lo vivimos en nuestros tiempos –y desde siempre– el poder ha sido la meta de todo político, por encima del servicio que al estar ahí puedan dar.

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De qué vale llegar al poder con orgullo y soberbia si esas acciones no solo van a desencadenarse en una lucha para permanecer en el mismo, sino a impedir el desarrollo del país y de los que lo alcanzan, porque es imposible crecer sin humildad. De qué les sirve tener todo aquí, el control, y decir que hacen lo correcto, si en realidad al terminar van a quedar más desolados que nunca y ese vacío no lo llenarán en una eternidad.

Quien va al poder no porque lo busca sino por la aglomeración de buenas acciones, guiadas por una voluntad suprema, sí es digno, para que finalmente podamos apreciar un progreso social, un desarrollo económico y un bienestar con paz y tranquilidad en nuestra civilización.

Javier S. Barragán R.
Guayaquil