Con comida abundante, mantas, guitarras y libros para que el tiempo pase más rápido, decenas de fieles comenzaron a instalarse este jueves en los alrededores de la basílica de San Pedro para asistir el viernes al funeral de Juan Pablo II.
"No haría esto por ningún otro motivo ni por un actor famoso o mi grupo de música favorito", asegura la venezolana Silvia Bermúdez, apostada desde el jueves a mediodía a un lado de la Vía de la Conciliación, justo frente a la basílica de San Pedro y a lado de una pantalla gigante.
La joven ha venido acompañada de otras tres amigas con kilos de chocolate en sus bolsos, ensaladas, fruta, mantas y cámaras de fotos. "Somos amigas y tenemos muchas cosas que contarnos así que la noche pasará rápido", bromean.
Junto a ellas, la parte final de la fila de peregrinos que visitará la capilla ardiente del Papa avanza lentamente hacia la basílica, que está a punto de cerrar sus puertas después de permanecer tres días abierta a los devotos.
Las cuatro jóvenes ya permanecieron 12 horas en la misma fila la noche del martes y miran con compasión a aquellos que abandonan la procesión, a punto de desmayarse y exhaustos.
"Doce horas o una noche a la intemperie no es nada comparado a lo que él hizo por nosotros pero es verdad que si no hay una motivación grande, es difícil de soportarlo", afirman.
Por si acaso, las jóvenes comienzan a organizarse en caso de que una de ellas se sienta mal. "Otra la acompaña a la Cruz Roja y las otras dos guardan el sitio", repiten.
A su alrededor, centenares de fieles eligen un lugar para la misa funeral del viernes en la que las autoridades municipales esperan cientos de miles de asistentes. La cifra de peregrinos presentes y que siguen llegando a Roma es difícil de calcular por ahora.
Muchos peregrinos esperan que la fila avance y la policía termine la inspección de la plaza para poder entrar en el complejo del Vaticano y hacerse con una posición "donde se pueda ver toda la ceremonia".
"Si éste fuera el lugar en que nos quedaremos definitivamente, sería buenísimo, pero creo que la policía tarde o temprano nos desalojará y después será más difícil encontrar un buen sitio", afirma la chilena Patricia Labín, estudiante en Roma.
La joven asistió a varias misas en la plaza de San Pedro, la última el Domingo de Resurrección, cuando el Pontífice bendijo a la multitud congregada debajo de sus habitaciones privadas.
Yubisay Sosa, estudiante venezolana, intenta convencer a desconocidos que se han sentado a su lado de la necesidad de resistir si la policía intenta moverlas durante la noche.
"Tengo que asistir a esa misa. Quiero verlo todo. Va a ser nuestra última ceremonia con el Papa y he prometido a mi madre en Caracas algo muy especial", afirma.
Las españolas Lucía y Maite han decidido unirse al numeroso grupo que pasará la noche en vela al inicio de la columnata de la basílica de San Pedro. "Trece horas de fila el miércoles y una noche en vela el jueves... Es verdad que son días atípicos, pero hay que acompañar al Papa hasta el final. ¿Cuántas noches se quedó él sin dormir por nosotros?", se preguntaban.