A pocas horas de su regreso al Ecuador, el ex funcionario insiste en responsabilizar de su exilio al ex presidente León Febres-Cordero. Pero admite que cometió errores en el manejo de los gastos reservados.

Alberto Dahik Garzozi, a los 52 años de edad, sigue siendo un político, aunque insiste en que, por el momento, está retirado. Su agenda actual consiste en conversar con familiares y amigos de Guayaquil a quienes no veía desde hace casi diez años, cuando en octubre de 1995 llegó hasta Costa Rica, escapando a una orden de prisión que dictó en su contra el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Carlos Solórzano, acusándolo del mal manejo de los gastos reservados de la Vicepresidencia de la República. Esos gastos fueron por un monto de nueve mil millones de sucres, aproximadamente. 

Ahora que su juicio fue anulado por el presidente de la Corte, Guillermo Castro, Dahik permanece en casa de sus padres. Hasta el quinto piso del edificio ubicado en las esquinas de las calles Aguirre y Escobedo, llegan muchas personas que lo abrazan y felicitan. “Encuentro a Guayaquil transformada”, dice en una rápida visión de los cambios que ha tenido la ciudad. “Se la ve moderna, hermosa”, comenta.

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En lo físico, está más canoso. En cambio, conserva aquella calidad de expresión, reconocida hasta por sus adversarios políticos y que se convirtió en su principal arma, cuando fue llamado a juicio político por el Congreso, en 1995, del que finalmente fue absuelto.

Pregunta: Su última frase en aquel juicio político fue que usted pudo haber cometido errores pero que sus manos estaban limpias y sin sangre. ¿En qué se equivocó?
Respuesta: Puede ser que no debí tener los fondos de gastos reservados en cuentas bancarias. Otros errores en el gobierno debo haber cometido, pero nunca con mala intención.

P: ¿Y otros errores de fondo? Por ejemplo, se decía que quien en realidad gobernaba era usted y no el presidente Sixto Durán-Ballén.
R: Eso lo dejo a la historia. Creo que fui un vicepresidente con un papel muy importante en el gobierno, empujé mucho al país y la historia sabrá evaluar qué hizo cada quien en su momento.

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P: Usted siempre criticó al ex presidente León Febres-Cordero, calificándolo de absolutista, concentrador de poderes. ¿No cayó usted en lo mismo?
R: No. Yo respeté al presidente Durán-Ballén. Tuve gran injerencia en el manejo de la economía, pero siempre respaldé y fui leal al Presidente de la República.

P: ¿Y el presidente Durán-Ballén fue leal con usted? Recordemos que en plena crisis, le pidió la renuncia.
R: Si yo hubiese sido el presidente no le hubiese pedido la renuncia al vicepresidente. Eso no lo debió haber hecho. Al no respaldar al vicepresidente y haber permitido el golpe de Estado por parte de la Corte de Justicia, abrió el camino para el descalabro que vino después. Cinco mandatarios fueron enjuiciados, causando sus caídas.

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P: ¿Después tuvo contacto con el ex presidente Durán-Ballén?
R: Fue a visitarme a Costa Rica, pero yo le pedí que no aclaremos nada, era mejor así, y había que mirar adelante. Está superado.

P: Usted habla del descalabro que vino después. ¿Pero qué responsabilidad tiene su gobierno en aquello, que fue precisamente en el que se afianzó este sistema de chantajes políticos, que usted luego denunció?
R: Esto comenzó desde el año 79, donde ya hubo peleas y transacciones políticas. Es verdad que el presidente Borja –antecesor de Durán-Ballén– tuvo una mayoría ideológicamente constituida. Pero también ahí, cuando destituyeron a Averroes Bucaram como presidente del Congreso, sé que hubo concesiones a ciertos diputados. Después yo denuncié la solicitud de partidas extrapresupuestarias a cambio de hacer favores al gobierno. Y luego comprobé que con esos dineros se hicieron obras innecesarias y, en otros casos, inexistentes.

P: En todo caso, usted denunció al bloque de diputados del Partido Social Cristiano. ¿Ahí comenzó la influencia del PSC en los sucesivos gobiernos?
R: Sí. Eso es correcto. Fue el momento en el cual esta forma de casi gobernar a través de lograr una mayoría que chantajea al gobierno, que se toma las cortes, la Contraloría, la Procuraduría y construye una red de poder para sostener los contratos públicos y favorecer a los amigos, y, por otro lado, enjuiciar y destituir a quien quieran, comenzó ahí. La denuncié al país. Qué pena que en vez de destruir en ese momento el sistema, se permitió que creciera, se volviera un pulpo y que haya acabado con la institucionalidad del país en los últimos años.

P: ¿No fue su denuncia talvez un poco tarde? Porque usted llegó a un primer entendimiento con el PSC, en una reunión en El Cortijo, y luego esto se rompió.
R: En la política es necesario llegar a acuerdos. Inicialmente lo hicimos. Cuando vi que esos acuerdos eran un chantaje y que a través de ellos se construía una maquinaria perversa, fue el momento de denunciarlos.

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P: Luego de ver los resultados que trajo su denuncia, ¿valió la pena haberlo hecho público?
R: Nunca la verdad y la búsqueda de la justicia puede dejar de valer la pena.

P: ¿En el fondo de todo esto no hubo una medición de poder político entre León Febres-Cordero y usted, para ver quién prevalecía?
R: No se puede hablar de búsqueda de poder total, cuando de mi parte nunca he controlado jueces, persecución, manipulación.  

P: ¿Fue un error dar donaciones a personas particulares con fondos públicos?
R: Es posible. Pero siempre fue para fines nobles y benéficos. Siempre el contralor tuvo el control de esas cuentas, para que no hubiese dudas. Aclaremos que nunca hubo un cheque para mi beneficio personal, ni de ninguna persona allegada a mí.

P: ¿Pero hubo ligereza con el manejo de esos fondos?
R: Eso fue una práctica durante décadas en el Ecuador.

P: Sin embargo, se lo acusó hasta de construir su casa con estos fondos.
R: Eso fue una ridiculez. Yo tenía antes de ser vicepresidente una casa en Urdesa y mi padre tenía un terreno en la ciudadela Biblos. Vendí la casa de Urdesa y construí en el terreno de mi padre. Obviamente, no puedo negarlo, muchas empresas amigas me daban a precio de costo los materiales.

P: Usted nunca habitó esa casa. ¿Qué pasó con ella?
R: La casa la cedí a mi padre porque me hizo un préstamo para comprar mi casa en Costa Rica.

P: ¿Cuál será el futuro de Alberto Dahik?
R: En estos momentos de reencuentro con el país es difícil hablar de mi futuro. A diferencia de otros exilios, yo he trabajado y tomado iniciativas, que requieren de mi presencia.

P: ¿No le interesa retomar la lucha por el liderazgo de la derecha?
R: Es absolutamente temprano hablar de eso.

P: ¿Ha tenido contactos con Abdalá Bucaram luego de que se reestructuró la Corte Suprema?
R: Cuando se empezaron a dar estos hechos, tomé contacto con él, para saber cómo veía el panorama político.

P: ¿No le puso algún condicionamiento para que se concrete su regreso al Ecuador?
R: Abdalá Bucaram no condicionó nada, jamás.

P: Diez años después de su salida, ¿observa que la institucionalidad del país está más quebrada que nunca?
R: No hay duda de eso. Pero no hay que olvidar que fue Febres-Cordero quien la comenzó en 1984.

P: ¿Y qué grado de responsabilidad tienen los posteriores presidentes de la República?
R: Uno de esos presidentes fue otra ruptura institucional, Fabián Alarcón. La caída de Abdalá Bucaram con todos los errores que tuvo, es inconstitucional, la de Mahuad también, mi caso igual.

P: Ahora tenemos una Corte con varios partidos de dueños.
R: El problema de la Corte no está resuelto, tiene que desligarse de los partidos políticos.

P: ¿Qué fue más doloroso: el cenicerazo que recibió en el Congreso en 1990 por oponerse a la amnistía de Abdalá Bucaram o el exilio en Costa Rica?
R: Ah no, el exilio por supuesto, fue el peor golpe de la vida.

P: ¿Se arrepiente de haber incursionado en la política, por esto?
R: No, jamás, porque es una obligación servir al país.

P: Ni se puede decir que usted está retirado de la política.
R: Uno puede decir cualquier cosa y la gente no se la cree. Pero en estos momentos, puedo decir que estoy retirado.