El 8 de marzo fui víctima de un brutal atropello y una grave injusticia, al ser desalojada de los bloques multifamiliares del IESS (Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social) de esta ciudad, donde había vivido por 35 años.

En 1970 cuando fui a vivir a ese sitio contaba con toda la comodidad que puede aspirar una familia decente. Había dos ascensores, incinerador de basura, guardianía diurna y nocturna, lavanderías con suficiente agua, panel de medidores, jardines, administrador, etcétera. Con el transcurrir del tiempo el IESS dejó en total abandono estos bloques.

Actualmente no cuentan con ascensores ni guardianía, las lavanderías están clausuradas por el IESS, el panel de medidores se convirtió en “bomba de tiempo”, palabras textuales de la Empresa Eléctrica, pues la bomba de agua se rebosa y el líquido cae atrás de los medidores.

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Los jardines son guarida de delincuentes y drogadictos, la luz exterior y el agua la cortan todos los meses, todos los departamentos tienen filtraciones de agua que destrozan paredes, instalaciones eléctricas y tumbados, y el IESS nunca hizo nada; por el contrario, nos obligó a renovar los contratos de arrendamientos con cánones exageradamente altos, valores retroactivos, y un depósito como si fuera la primera vez, lo que es ilegal.

Por eso muchas familias no renovamos el contrato. A mí me quisieron cobrar $ 3.450, $ 80 de contado y el saldo para pagarlo en un año, donde estaba incluido el aumento y el valor retroactivo. Cuando les expliqué mi situación, indiqué todas las mejoras que por cuenta propia había hecho durante 35 años al departamento. Pero fui sacada de ahí.

Les supliqué que me dieran un día para poder salir con dignidad, porque no soy delincuente y no merecía ese trato. Yo pagué hasta enero del 2005 en la Oficina de Inquilinato y no había razones para que cometieran ese atentado. Estaba recién operada del pie y con orden de reposo, sin embargo, no lo consideraron.

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En el desalojo perdí objetos de valor, me destruyeron muchos muebles, enseres y tuve un shock nervioso del que aún no me repongo y sigo con hipertensión severa. Cuando aún estaban mis muebles fuera, metieron a otra gente al departamento del que yo era desalojada. 

Algunos inquilinos, habiendo sido desalojados, pagaron $ 300 o hasta $ 1.000 y se afiliaron a un partido político, y les permitieron regresar. ¡Vergonzoso que intereses políticos prevalezcan más que los morales! ¿Qué hace el IESS con el dinero de sus afiliados si estos departamentos fueron construidos para que vivieran decentemente y no en las condiciones actuales? ¿Por qué cobrar cánones tan altos, retroactivos y depósitos ilegales? ¿Por qué no tomar estas medidas con familias que pagan $ 0,80 y otras que deben muchos años? y ¿por qué haber actuado de una forma tan cavernícola, primitiva?

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La respuesta es porque he sido una inquilina honorable que cuidó su departamento en excelentes condiciones, por cuenta propia. ¡Algún día podré recuperar las cosas materiales perdidas y destruidas, pero el atropello brutal del que fui víctima, jamás!

María Magdalena Flor Vásquez
Guayaquil