Todo fue una bronca oscura, tenebrosa. Tanta bronca había, que era necesario hacerse el quite para que a uno, en cualquier sitio en que estuviera, no le llegara un trompón. Un silletazo. Una hijuemadrada. Y no terminara llorando a lágrima viva con una bomba lacrimógena.

Distraidísimos pasamos, para qué también. Es que era como para poner tablado verle al Quintana, tan grandote él, mascando chicle, chum, chum, chum, levantándose de su silla presidencial para tratar de ponerle KO a la Cynthia Viteri, mientras los de Cero Corrupción tiraban toda la cosecha de huevos a los que se les ponían al frente e introducían chuzos a todos los que se les ponían atrás, y los diputados de oposición se instalaban en un Congreso paralelo para que no pasara el Fiscal que el Gutiérrez quería que sí pasara, una vez que la pichicorte pasó a segundo plano porque al primero pasó el Fiscal. ¡Uf!

¡Qué bestia! Y en eso salía el Oña y decía que el Gobierno todo lo que quería era que se instaurara la paz y gritaba como loco paz paz paz, mientras toda la guerra que se había armado era porque el Gutiérrez quería su Corte, quería su Fiscal, quería su mayoría en el Congreso que ya se le estaba yendo de las manos y para eso ¡tas tas tas!, el Gilmar saltaba de su curul y corría a trompiarse a nombre de la paz y entonces de pronto se apagaba la luz y se hacía la oscuridad y los diputados lloraban con las bombas y las bombas lloraban con los diputados, y la Corte quería dar de baja a dos del Consejo Nacional de la Judicatura y los empleados judiciales seguían en paro para que la Corte se cortara y se fuera.

Después, el Gutiérrez estrenaba –otra vez– su cara de yo no fui y, mansito, decía que de ahora en adelante no se iba a preocupar por la política sino solo por los grandes problemas nacionales y que él no tenía la culpa de nada sino que la culpa la tenían los otros, que son los malos.

Y entonces los malos decían que el país se disolvía y que ya no había componte y que había que fundar un país paralelo sin el Gutiérrez, sin el Quintana, sin el Pichi y sin tantas bombas lacrimógenas, que nos hacían llorar a moco tendido a todos.

Pero, en medio de tanta confusión se hizo la luz: salió la providencia de libertad para Bucaram que, en el fondo, fue el motivo principal para que el Gutiérrez haya promovido la instauración de la pichicorte. Claro que la resolución del Pichi salió adobadita con la mantequilla de las otras dos providencias a favor del Noboa y del Dahik, como para demostrar que la pichicorte no actuaba con dedicatoria.

Y ya. ¡Qué vivísimos que son! Nos mantuvieron distraídos durante tanto tiempo y, en medio del caos, del más absoluto despelote, ¡zas!, dieron el golpe de gracia que tenían preparado desde hace fú.

Mucho es el Gutiérrez. ¡Qué estratega! Sí: ahora ya puede nomás abandonar la política porque, con Bucaram aquí, ya tiene su presidente propio, que es el que se encargará, desde adentro, de manejarle todos los asuntos políticos, mientras él, tranquilo, con su cara de yo no fui, regresa a su puesto original: el de edecán.