Desde las 15h00 de ayer las iglesias de la ciudad anunciaban con el repique nostálgico de los campanarios uno de los acontecimientos más tristes para los católicos en el mundo, el fallecimiento del Papa.

En las iglesias las oraciones por Juan Pablo II fueron constantes desde el viernes.

María Montero, de 78 años, trató de esconder sus lágrimas, pero un nudo en la garganta le impidió hablar de su Santidad ayer en la tarde, cuando llegó a la iglesia de Santo Domingo, en el centro histórico de la ciudad.