Según declaraciones oficiales, hasta ahora no desmentidas, el próximo lunes 4 de abril, se dará comienzo al año escolar en las tierras pertenecientes o aledañas al Litoral ecuatoriano. Esta es una buena noticia y será un hecho de mayor alegría si este curso escolar concluye en enero del 2006 sin interrupciones, sin paros y sin huelgas. Bien vale enumerar, amables lectores, algunos puntos de reflexión o discusión:

- Una falsa premisa cada día toma más cuerpo: lo que es del Estado no es de nadie o es de todos; si no es de nadie, nadie lo cuida y si es de todos, todos pueden apropiarse de ello o destruirlo. Ejemplos: carreteras, alumbrado público, aulas escolares, patios, pupitres, cerramientos, campos de juego, bienes de oficinas, herramientas de trabajo, automotores, inmuebles, etcétera.  Esto no sucede en la pequeña o grande propiedad privada, porque aquello que es adquirido por una persona natural o jurídica es el resultado de esfuerzos grandes, de endeudamientos que siempre conllevan riesgos; el dueño de un bien lo cuida meticulosamente para recuperar su inversión y para no permitir que el descuido desmejore su propiedad.

- Si aplicamos las consecuencias de la premisa mencionada a la situación de nuestra educación nacional nos encontramos con ciertas costumbres que perjudican el progreso de muchas instituciones; dicho en pocas palabras: la escuela o colegio particular, por pequeños que sean, trabajan durante febrero y marzo, en la Costa, en el mantenimiento esmerado de sus instalaciones, porque los padres de familia cuando se acercan a matricular a sus hijos lo primero que hacen es conocer sus instalaciones: sus patios, las aulas, los laboratorios, las canchas, los servicios higiénicos, etcétera; no caben ni el descuido ni el deterioro.
Esto no sucede en todas las administraciones de la educación fiscal, por desgracia: las vacaciones en lugar de ser un tiempo útil para poner a tono a cada escuela o colegio, constituyen un lapso muy grande en el cual el desamparo y el deterioro se enseñorean; los inviernos crudos y prolongados contribuyen a la destrucción de instalaciones y enseres educativos y, si a todo esto se suma la falta de un presupuesto para reparaciones oportunas, entonces el problema es mayor. Hace unos días leía que en estas semanas se estudia, demasiado tarde, la obtención de una partida para la reparación de los inmuebles. La diferencia de estos comportamientos estriba en que las escuelas y colegios fiscales tienen aseguradas las partidas de maestros y también los estudiantes; los centros particulares, que tienen su costo, no; ellos cada año requieren saber cuántos alumnos tienen para contratar oportunamente a sus maestros.

Debo felicitar a los directores y rectores fiscales que pese a lo descrito buscan formas para remediar el descuido del Estado ecuatoriano en cumplir una de sus obligaciones primordiales.

- Finalmente, la educación particular espera que se termine con prejuicios y con falsas apreciaciones sobre esta actividad garantizada por nuestra Constitución porque en estas semanas se suele retornar a la cantilena del “abuso de la educación particular”; es imperioso que los padres de familia al escoger donde educar a sus hijos sepan que asumen libremente responsabilidades inherentes a una actividad particular, reglada académicamente y avalada, por lícita, por nuestro sistema educativo.