Madeleine Albright, secretaria de Estado norteamericana bajo el presidente Bill Clinton, es presidenta del Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales. Nathan Gardels, editor de Global Viewpoint, habló con ella la semana pasada en Washington.

PREGUNTA: Se sienten aires democráticos en todo el mundo árabe: las elecciones palestinas, las elecciones iraquíes, las elecciones locales sauditas (aunque solo participaron los hombres), el anuncio del presidente egipcio Mubarak de elecciones multipartidistas, las protestas prodemocracia en las calles del Líbano, que ayudaron a la renuncia del primer ministro prosirio. ¿Es un proceso histórico similar al que vimos con la ola democrática en Europa del Este y más tarde en Georgia y Ucrania?
RESPUESTA: Siempre he creído que todo es lo mismo. La gente quiere vivir en un estado en que pueda tomar sus propias decisiones. Con la extensión global de la información existe un creciente deseo y apoyo en todas partes a la democracia.
Ha estado en el aire en todo el mundo desde el ochenta: en Corea del Sur y Taiwan, las Filipinas, Indonesia, Europa central y del este, en América Latina, en lo que fuera la Unión Soviética.

En ese sentido, sí, lo que ocurre en el mundo árabe es parte de una ola general. Pero no es algo que esté comenzando. Existen diversos aspectos que le hacen crecer y fluir. La democracia no fue inventada en los últimos tres años.

De hecho, uno de los nuevos problemas, como vemos en Rusia y América Latina e incluso en cierto grado en Europa del Este, es la “democracia poseuforia”. La democracia no es un evento, es un proceso. Si la democracia no cumple (es decir, si no implica que usted podrá tener su propia casa, hacer negocios y no pasar hambre) entonces la sociedad puede incluso retroceder.

P: Pero la política externa de Bush –el derrocamiento de Saddam y haber propiciado elecciones iraquíes– ¿ha tenido un impacto? Con todo lo que se ha hablado de democracia en Medio Oriente, recién ahora el nudo acaba de ser deshecho.
R: La respuesta es sí y no. La verdad es que hubo elecciones y movimientos democráticos en el Medio Oriente antes de esto. El Instituto Nacional Demócrata ha tenido muchas discusiones, por ejemplo en Yemen, en Bahrain y entre los moderados palestinos en Belén. La muerte de Yasser Arafat fue una parte muy importante que hizo posibles las elecciones palestinas.

Yo no estaba a favor de la guerra en Iraq. Pero creo que las elecciones son muy importantes y  una victoria para el pueblo iraquí. El presidente Bush puede llevarse el crédito por ello. Sin embargo, es apenas el principio de la historia, y existen complicaciones que emanan de lo que ha hecho la administración Bush.

Acabo de regresar del mundo árabe y una cosa es muy clara: quieren apoyo, pero no quieren que se les diga qué hacer con su reforma, y muchos sienten que eso es lo que está tratando de hacer la actual administración. Entonces, aunque muchos se sienten alentados por las elecciones en Iraq, no quieren que se los identifique con un plan norteamericano.

Es un panorama mixto. Hay mucho antinorteamericanismo como resultado de la guerra, pero al mismo tiempo sentido de júbilo sobre lo que ha hecho el pueblo iraquí.

P: Si estamos al principio de una nueva fase en el Medio Oriente en términos de democratización, ¿cuáles son los obstáculos en el camino?
R: El pueblo de Iraq merece una felicitación. Al mismo tiempo, ha pasado más de un mes desde las elecciones y no se ha formado todavía ningún gobierno. Hemos visto los días más violentos desde la caída de Saddam, con más de 100 personas muertas en un atentado con un coche bomba al sur de Bagdad. Los iraquíes necesitan armar un gobierno, crear una constitución, realizar un referéndum sobre la constitución y convocar a elecciones. Es un proceso largo y difícil dada la diversidad dentro del mismo Iraq.

En Líbano, es sorprendente que la gente esté en la calle y que haya aparente unidad entre cristianos y musulmanes. Pero hay un contexto: ellos tuvieron una guerra civil. La división sectarista y la exclusión persisten. La cuestión es cómo sacar a los sirios. Mis interlocutores en Líbano me han dicho que muchas cosas pasan detrás del escenario de esas increíbles manifestaciones.

Líbano es muy diferente que Ucrania. Las diferencias entre Ucrania oriental y occidental palidecen en comparación con las divisiones en Líbano.

En Egipto, en donde acabo de estar, hay muchas personas que quieren la democracia. Por el momento, sin embargo, no tenemos idea de lo que realmente significa el anuncio del presidente Mubarak, porque uno de los candidatos más viables de la oposición, el señor (Ayman) Nour, está en la cárcel. Y la gente que lo rodea ha sido golpeada en forma muy fuerte.

Lo que ocurre es que hay una “oposición manejada”. Mubarak sin duda se sintió presionado desde que Egipto fue incluido en el discurso sobre el Estado de la Unión del presidente Bush, y tomó algunas medidas. Pero hasta Bush espera para ver lo que eso realmente significa.

Acabo de estar también en Arabia Saudita. La encontré más propicia de lo que hubiese creído. Hay mucha fragmentación. Asistí a un foro económico Jeddah allá. Las mujeres estaban separadas de los hombres por una barrera para no poder verlas en un auditorio enorme en donde el foro tuvo lugar. Lo que se anunció como el gran paso hacia adelante fue que se permitió que las mujeres hicieran la mitad de las preguntas. Dijeron: “Y ahora, escuchemos a las damas”. Y las “damas” le dijeron al Ministro del Trabajo con bastante claridad que no querían que sus sitios de trabajo estuviesen  en instalaciones aparte. La elección municipal en Arabia Saudita es un principio.

Es difícil decidir cuánto de este cambio se ha producido por presiones del exterior y cuánto desde el interior y desde abajo.

P: Aun dados estos obstáculos y complicaciones, ¿diría usted que la política exterior de la administración Bush es correcta para el Medio Oriente en este momento histórico?
R: Es la política correcta para Estados Unidos defender la democracia y la libertad. Somos un país excepcional. Es algo que siempre defendí. El problema es que, al momento, está demasiado involucrado. La democracia es un valor universal. Hay otros países fuera de Estados Unidos que practican la democracia.
No se puede imponer la democracia; es un sinsentido. Uno tiene que nutrirla y apoyarla. La verdadera cuestión es cuánta reacción habrá en contra de una democracia impuesta por Estados Unidos.

He pasado mucho tiempo estudiando y conviviendo con disidentes del este de Europa. Siempre han apreciado que se les identifique con Occidente y con Estados Unidos. Querían que brillara sobre ellos luz para que les protegiera.

En el mundo árabe, quienes quieren la democracia comparten nuestros valores en el sentido de que desean que la gente pueda tomar sus propias decisiones. Pero ser identificados con Estados Unidos no los beneficia.

Eso hace que el papel de Estados Unidos sea muy diferente en la promoción de la democracia en el Medio Oriente árabe. No hay ni siquiera un pronorteamericanismo pasivo. La hostilidad hacia Norteamérica en toda la región es palpable.

Entonces, aunque la democratización es una buena meta norteamericana, es considerada ampliamente en la región como algo que huele a hegemonía y que no es una decisión interna. Eso me preocupa.

P: ¿Usted recomienda entonces a Condoleezza Rice, su sucesora como mujer secretaria de Estado, que se mantenga en el lado correcto de la historia, pero sin exagerar?
R: Condi y yo lo hemos discutido con frecuencia. Quizás usted sepa que mi padre fue su profesor. Siempre he creído en una política exterior moral, democrática. Y siempre he pensado que es absolutamente correcto hablar a los demás sobre los valores norteamericanos; pero debemos tener conciencia de que no se puede obligar a nadie a que se los trague.

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