Durante casi cuatro horas, desde las 07h05 hasta las 10h58, la procesión del Cristo del Consuelo congregó ayer a miles de creyentes en una jornada de lluvia y tradiciones. 

Fieles a su creencia católica, cientos de miles de ecuatorianos salieron ayer a caminar tras imágenes de Jesucristo crucificado, durante el día en que recordaban su sacrificio “por el perdón de los pecados”.

En Guayaquil, la mayor multitud estuvo, como es tradición, en el Cristo del Consuelo.

La jornada fue aprovechada por ciudadanos para protestar por la crisis política derivada del manejo de la Corte Suprema de Justicia. También por simpatizantes  del gobierno que pedían apoyo a una consulta popular.

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Conciliación política piden en la capital

Las miles de personas que participaron ayer en la procesión del Jesús del Gran Poder, en el Centro Histórico, tenían dos objetivos: pedir por la conciliación nacional entre la oposición y el Gobierno y orar por la salud del papa Juan Pablo II.

Justamente en Roma, Italia, esta fue la primera vez en su pontificado que el Papa no dirige las liturgias.

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A las 07h00, cual si fuera una gran nave a la espera de la orden de partida, la carroza con la imagen del Cristo del Consuelo aguarda salir con aquella marea de feligreses bajo una  leve lluvia, para dar inicio desde la calle Lizardo García a la procesión más grande del Ecuador.

A las 07h08 un “¡vamos adelante!” (que proviene del devoto Santiago Huerta), hace estremecer a quienes se hallan cerca a la imagen.

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Desde los altoparlantes de la iglesia del Cristo del Consuelo se escucha que “los políticos no cumplen las expectativas del pueblo”.

A las 07h16, la lluvia ha cesado y se cumple con la primera estación. Germán Flores inicia su tradición de lanzar durante la procesión, los siete sacos con pétalos de flores que dona desde hace siete años a su santo patrono.

Junto a él, Eloísa Angulo, una abogada, sigue en la procesión pese a que está con parálisis parcial y tiene entablillado su brazo izquierdo, con cuatro fracturas que le causó un accidente hace pocos días.

A las 07h28, la procesión avanza 60 metros. Frente a la imagen y en un balcón, un feligrés ora casi 10 minutos. La lluvia amenaza retornar.

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A las 07h40, la multitud impide avanzar la carroza y los cordones humanos que la protegen pugnan por despejar la calle. Evangelina Andrade, Rosalía Plúas y María Gómez, al igual que decenas en la marea humana avanzaban sin zapatos.

Gómez, de 65 años, dice que es el tercer año que ella realiza este recorrido luego de recuperarse de un mal que la tenía en silla de ruedas.

A las 08h40, un hombre, de facciones duras, extendía uno de sus brazos y por más de 20 minutos sostenía un retrato color rosado con la foto de una niña de dulce rostro, con los ojos cerrados.

Al reanudarse la procesión, un devoto continuaba su caminata de espaldas. Junto a él, otro con un gorro de Barcelona cantaba alabanzas a Jesús. Dos cuadras adelante, otro feligrés alzaba un cuadro de Narcisa de Jesús. Eran casi las 10h00 y se acercaba aquello que los feligreses temían: girar de Lizardo García a la calle Azuay, pues con esta maniobra la multitud se podría agolpar más e impedir el paso.

“¡Vamos, avancen!, ¡sigan, sigan¡” gritaban quienes se hallaban cerca a la imagen, mucho más Santiago Huerta, quien con sus manos disponía cuándo debía continuar o detenerse la carroza.

A partir de allí, el avance de los feligreses, apretados al máximo, dependía de la “marea humana”. Los chorros de agua refrescaban el calor que reemplazó a la lluvia, faltaba poco, unos cuantos metros, eran las 10h40. Los desmayos de algunos se confundían con los gritos y la desesperación. Un lisiado se hallaba en la acera. El Cristo del Consuelo ya estaba frente al templo del Espíritu Santo.
Los católicos, agotados, se regocijaron de cumplir una vez más con el acto de fe.