Apenas llegó a la ciudad, Lucrecia Idrovo de Cruz, azuaya, de 60 años, acudió a conocer la imagen del Cristo del Consuelo. Luego, una desviación en la columna vertebral la dejó inválida. Ahora puede caminar, “gracias a la ayuda de Él”.

“Cuando lo vi por primera vez, en 1983, fue impresionante ver su tamaño y su expresividad de dolor y paz a la vez.

“Iba a misa, le rezaba y asistía a la procesión siempre. Pero, luego no pude hacerlo porque tuve una desviación de las vértebras lumbares.

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“Un día, decidí ir a una cadena de oración que fue convocada por un grupo de sacerdotes, quienes explicaban la devoción hacia el Cristo del Consuelo.

“Oré junto a ellos y le pedí al Creador que tenga compasión de mis pecados y que ayude a mi familia. Y al concluir, sentí que una brisa me enderezaba la columna y empecé a mover mis piernas muy despacio.

“Desde allí, lo conocí verdaderamente y mi fe aumentó. Ahora, no importa si estoy lejos o cerca de la imagen en la procesión; lo acompaño con oraciones comprendiendo su sufrimiento”.