Más elocuente que nunca, retomando abiertamente el control integral de la economía, Fidel Castro parece tentado por una nueva forma de comunicación, inspirada en el célebre show televisivo semanal de su amigo y aliado venezolano Hugo Chávez "Aló Presidente".
El jueves, por segunda vez en ocho días, el "comandante en jefe" cubano, de 78 años, asombró a sus partidarios y preocupó a sus detractores al mantenerse en escena por más de cuatro horas sin interrupciones en directo por televisión.
Castro dio su largo discurso ante un auditorio de 2.000 personas, incluidos los miembros del gobierno, la jerarquía militar, dirigentes sindicales e invitados de las "organizaciones de masas" del país.
Cómodamente instalado en un sillón de cuero color crema, vestido con su uniforme verde olivo, visiblemente en buen estado y rodeado de sus ministros, el jefe de Estado cubano insistió en las preocupaciones del momento: crisis energética, distribución de ollas a presión a precios subvencionados y lanzamiento del chocolate caliente (mezclado con leche), última pasión del presidente en materia dietética.
Pero el golpe de efecto fue dado en la última media hora: el anuncio de una fuerte revaluación del peso convertible, tras haber deslizado que se sentía "cada vez más atraído por las ideas de Marx, Engels y Lenin".
Fidel Castro se dedicó -principalmente- a un nuevo ejercicio: la lectura en público de opiniones, observaciones y críticas extraídas de las investigaciones realizadas por los órganos encargados de sondear a la población, sobre todo tras sus intervenciones.
En lugar de dar discursos, Fidel "debería crear un programa televisivo sobre cómo utilizar esos equipos (ollas a presión y utensilios para cocinar arroz)", expresó alguien, lo que suscitó la hilaridad general.
"Estoy de acuerdo con él, no hay problemas", lanzó Castro.
"¡Qué Fidel más cómico! Se ha enamorado del chocolatico. Pero eso no se puede echar a la olla de presión", comentó otro cubano, sugiriendo irónicamente que a menudo al "continente" le falta "contenido".
"Yo sí, yo sigo aficionado" al chocolate, respondió "Fidel", quien también se entrega gustoso a la lectura de los comentarios de sus administrados.
"Es bueno lo que Fidel dijo que se iba a dar, pero yo hubiese preferido aceite y jabón, que hace más falta", escribió otro.
"Tiene muchísima razón. Lo que pasa es que lo otro hace falta también". respondió el jefe de Estado.
"Yo creo que Fidel se volvió loco. ¿De dónde van a salir tantas cosas buenas para el pueblo?", se interrogó alguien.
Lejos de las arengas de antaño frente a la muchedumbre, Fidel Castro adoptó de buena gana el tono de la charla informal: se deja interpelar por una militante en la sala, le responde, interroga a tal o cual ministro que se halla a su lado.
El "show" presidencial evoca ineludiblemente las alocuciones dominicales de su homólogo, amigo y aliado venezolano Hugo Chávez, quien, con 27 años menos que Castro, dialoga durante horas con telespectadores que le preguntan en directo durante su emisión televisada "Aló presidente".
En La Habana, como en Caracas, estas prácticas dan testimonio, en opinión de Fidel Castro y de Hugo Chávez, de la "democracia directa" que existe en ambos países.
Estas sesiones pueden ser dolorosas para algunos jerarcas que llegan sin preparación para los temas-sorpresa del "comandante". El jueves de la semana pasada el ministro de Trabajo y Seguridad Social, Alfredo Morales, fue seriamente reprendido por el jefe de Estado y debió volver cabizbajo a su lugar tras no haber podido informar sobre una cifra preguntada a quemarropa.
"Le pido perdón", dijo Castro el jueves, tras la lectura de un comentario anónimo deplorando la reprimenda a un ministro en público.
El único incidente al final de la jornada: una militante en lágrimas, que se dijo víctima de "una gran injusticia" y llegó hasta la tribuna para entregarle a Fidel un expediente, después de abrazarlo. "Si tienes la razón, hago una crítica", respondió Fidel tomando el expediente.
"Nos vemos el próximo jueves aquí", dijo para terminar, excusándose por haber retrasado una hora la retransmisión de la muy aguardada semifinal de béisbol.
Advirtió, sin embargo, que tiene "temas por lo menos para seis meses", mientras toda la sala, de pie, cantaba La Internacional.