La ola de protestas que agudizó ayer la crisis  política en Kirguistán podría animar a los movimientos democráticos de los  países vecinos de Asia central y desencadenar una desestabilización que resulte peligrosa en esta inestable región.

Si la situación se normaliza, los países de Asia central verán que un movimiento popular es capaz de  derrocar al régimen existente, subraya el experto ruso Andrei Gruzin, mientras el líder del partido ruso Rodina (Patria, nacionalista conservador), Dmitri Rogozin, ve en la revolución  kirguisa “el mismo escenario que en Georgia o en Ucrania”, donde Rusia no pudo  impedir el ascenso al poder de la oposición pro occidental.

Gruzin afirma que de producirse una lucha étnica entre las poblaciones kirguisas y uzbekas, esto dará argumentos a todos los regímenes autoritarios  de Asia para restringir las libertades.

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Se teme además que Kirguistán se convierta en refugio de fuerzas extremistas de la región que podrían desestabilizar incluso el oeste de  China.